De cómo un pedazo de cárcel se convierte en otra cárcel

El último proyecto de Florencia Rojas, artista visual y vecina de Carabanchel, ‘se interna’ en el CIE

Florencia Rojas es artista visual: su práctica es principalmente fotográfica, pero se expande a otras como el videoarte o la instalación. Nació en Argentina, creció en Málaga y vive en Madrid desde 2017. Instaló su estudio en nuestro distrito, finalmente acabó mudándose aquí y ahora es también nuestra vecina. Al tomar contacto con Carabanchel, empezó a interesarse por su historia y vicisitudes, lo que ha tenido una influencia importante en su trabajo: realizó un proyecto sobre el solar de la cárcel, y éste le llevó al que nos ocupa, Como una casa, sobre la única parte de la prisión que queda en pie: el hospital, hoy Centro de Internamiento de Extranjeros. Culta y excepcionalmente documentada, su conversación es interesantísima y refleja una acentuada conciencia social, lo que convierte en un placer conversar con ella y dio para una larga charla, de la que he extraído esta entrevista.

●●● ¿Hay una línea que conecte tus trabajos anteriores con Como una casa?

Sí, cuando llegué a Madrid hice un proyecto sobre el Parque de Dehesa de la Villa, donde hay algunos restos de la Guerra Civil, del bando republicano, que están sin conservar. Formé un equipo interdisciplinar con una paisajista, unas historiadoras y una ingeniera de telecomunicaciones, y trabajamos por estratos: desde el subsuelo donde estaban los restos, pasando por la vegetación que los cubre, hasta el cielo con antenas de telecomunicaciones. Quise conformar un equipo de mujeres porque me parecía interesante una mirada desde el género.

Después de eso estuve investigando cuestiones de memoria histórica, y empecé a pasear por el solar de la cárcel de Carabanchel y a leer y pensar sobre ese lugar. La primera persona con la que contacté fue Sonia Dorado, vecina del barrio, activista y fotógrafa, que sabe muchísimo y me contó un montón de cosas. Ahí supe que la cárcel fue derribada y triturada, pero no recogida, que el suelo del solar es la propia cárcel y que su subsuelo sigue ahí. En esta investigación tuve noticia del yacimiento de Eugenia de Montijo, y contacté con Laura Fernández, arqueóloga que estaba escribiendo una tesis sobre dicho yacimiento, y pensé que sería conveniente volver a utilizar la metodología de trabajar un territorio acotado por estratos de abajo arriba: el yacimiento, los restos de la cárcel, toda la vegetación que creció de forma silvestre del residuo de un espacio de represión y castigo… Y luego, pensando en el cielo una vez más y consultando archivos, me interesé por la historia de la COPEL a raíz de las imágenes de los motines de los presos sociales que se subieron al tejado de la cárcel para pedir el indulto. Entonces volví a conformar un equipo, esta vez con Sonia y Laura y con la misma paisajista del proyecto anterior, Tábata Pardo.

Sobre el subsuelo me interesé por los dos restos más importantes que quedan: el mosaico que está en el Museo de San Isidro y la Minerva que está en el Museo Arqueológico Nacional. Como el mosaico está muy mal conservado y le faltan un montón de teselas, lo que hice fue especular junto a la arqueóloga cómo podían ser los trozos que faltaban y pintar con la artista Elisa Pardo una acuarela en la que nos inventamos una reconstrucción desde la especulación artística. Y como a la Minerva le faltan las manos, la arqueóloga del MAN, Margarita Moreno, me enseñó referencias y cómo pensaba que serían, que por la época y el tipo seguramente llevaría un cuenco en una mano y una lanza en la otra. Entonces junto a un broncista hicimos unas manos a escala.

En cuanto a la vegetación, Tábata hizo un estudio sobre toda la que había crecido en el solar, que yo acompañé de fotografías de las especies más importantes. Y para la parte de la COPEL, entrevisté a uno de sus fundadores, Daniel Pont, que me enseñó el archivo y me prestó un par de fotografías originales de los motines de la época y una carta firmada con sangre por algunos presos de la COPEL. También, Daniel participó en un intento de fuga que fracasó porque alguien dio un chivatazo, y tengo una pieza de sonido en la que relata cómo construyeron un túnel. Me pareció muy interesante la conexión espacial que había entre esa vida subterránea de la prisión y el yacimiento arqueológico: había ahí un encuentro de épocas históricas y de cuestiones que no se conocen. Por eso en la sala de exposiciones la parte del mosaico y de la Minerva iba junto a la voz de Daniel relatando el intento de fuga. Este proyecto lo hice gracias a una subvención de la Comunidad de Madrid para las artes visuales.

●●● Y esto te llevó al CIE…

Claro, por un lado yo estaba interesada en políticas de migración y fronterizas, y por otro me di cuenta de que había tenido todo el tiempo delante el hospital penitenciario que luego sería el CIE. Quedaba en pie un trozo de la cárcel, y el punto de partida del proyecto es cómo se convierte en otra cárcel. Me interesó mucho el régimen de opacidad que atraviesa todo este edificio, al que llaman “Centro de Internamiento de Extranjeros” cuando es una cárcel o peor, porque alberga a gente encarcelada sin juicio ni condena. Y luego, como tampoco está considerado como una institución penitenciaria, hay un gran descontrol, muchísima impunidad y un vacío tremendo. Este proyecto lo hice con una beca de Matadero Madrid.

Para empezar, hay una estrategia de borrado de la memoria que ha sido llamarle “CIE de Aluche”, cuando está en el distrito de Carabanchel y es una parte de su famosa cárcel. Así se rompe con la memoria de la represión franquista y se le quita el imaginario de prisión. En este proceso tenemos además la cuestión arquitectónica: cómo a ese edificio se le hace una reforma y se camufla su apariencia, con ese amarillo que parece de Los Simpsons o un Ikea, y las mamparas azules. Hay unas ventanas sin mamparas y otras con ellas, las de la gente que está presa, ocultando los barrotes que hay detrás. Así parece que no hay nadie o que es como un centro de acogida. Al final toda la arquitectura ha jugado a favor de ese ocultamiento y esa perversión.

En mi investigación me puse en contacto con un montón de gente: con un chico que había estado allí como trabajador social; una amiga también trabajadora social en temas de asilo; activistas de SOS Racismo; gente de CIEs No y Mundo en Movimiento, que han estado visitando a las personas allí presas; la periodista Patricia Simón, que lo ha estudiado muy bien; Sergio García García, que ha escrito una tesis sobre el dispositivo securitario de Carabanchel… Cuando hice la pieza escultórica que reproduce una de las mamparas, quería organizar una mesa redonda en la que participara gente con la que había estado hablando, y me planteaba que viniera también alguien que hubiera pasado por el CIE, pero las activistas de Mundo en Movimiento me explicaron que la gente que ha pasado por allí o bien ha sido deportada o la han dejado en libertad pero sin documentación, y una persona sin documentación no puede identificarse en público, porque corre el riesgo de otro intento de arresto y de deportación. Ése es otro factor importante: la gente que ha pasado por la cárcel puede contar su historia libremente, pero la gente que ha pasado por un CIE no, a no ser que haya conseguido los papeles, cosa ni fácil ni habitual.

Y es que realmente el CIE funciona más como amenaza para la población migrante que como dispositivo deportador. Ten en cuenta que la comisaría de extranjería está allí, entonces todas las personas migrantes de Madrid que van a sacarse los papeles o a cualquier trámite tienen el CIE delante, y eso funciona como una amenaza brutal, aunque muchas veces no consigan deportar a la gente… Entonces lo que consigue el CIE es tener una población migrante amedrentada que va a aceptar lo que sea, unas condiciones laborales muy poco dignas, y que no pueden ni identificarse en público.

●●● Y por eso la pieza audiovisual…

Exacto. Estuve investigando una técnica de teatro, el Teatro Verbatim o Teatro Literal, en el que hay una persona silenciada que necesita un cuerpo intermediario, un médium, alguien que cuente su historia. Y ahí es cuando tuve la idea para la pieza titulada Como una casa. Hablé con Ainara (no es su verdadero nombre), latinoamericana, trabajadora sexual y persona migrante que ha pasado por el CIE de Carabanchel, y pensé que era importante que la persona que encarnara su historia fuera alguien que tuviera un lugar de enunciación similar y que estuviera en activo políticamente para las luchas que la atraviesan a ella, y por eso le propuse hacer la pieza audiovisual a Linda Porn, que además de actriz y artista es la secretaria general del sindicato de trabajadoras sexuales OTRAS.

Entonces, partiendo de una llamada telefónica que grabé con Ainara en la que me hizo un relato de todo su periplo de violencia institucional desde que llegó al Estado español, hice un guion en el que intenté seguir las reglas del Teatro Verbatim, que todo lo que se diga en escena tiene que haber sido dicho en la realidad, editando la conversación y cambiando todos los datos para que no se pudiera saber quién era la persona, y el resultado fue interpretado por Linda. Lo que se puede ver en la pieza es a una persona contando una historia, que está poniendo el cuerpo y la cara, pero que no es su historia y que hay una voz silenciada, una persona silenciada, y es esta voz que está por debajo y subtitulada y que algunas veces se pone por encima y hace contrapunto. Y luego hay una parte en la que deja de hablar la actriz y se escucha mucho rato a Ainara. También se ve a la protagonista coloreando un mandala, pues me parecía muy humillante que a mujeres adultas les ponga la Cruz Roja a colorear mandalas para pasar el tiempo, a infantilizarlas absolutamente. Como colorear mandalas es una labor muy tediosa, creo que funciona también como alegoría del propio proceso de migrar, de tratar de conseguir cosas, que es infinito. De hecho, cuando termina el vídeo dice: “Bueno, a ver si consigo ahora los papeles”, y quita un mandala, pone otro y empieza a dibujar otra vez. No quería que pareciera que en el Estado español, si haces todo bien y eres una “migrante buena”, tienes un final feliz, porque eso no es cierto.

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