​HABLANDO DE URBANISMO. Tina se ha ido, y con ella nuestro Carabanchel Alto

En el primer año hablamos de Tina, la vecina de mi calle que fregaba todos los días su tramo de acera, ofreciendo una lección silenciosa de lo que significaba pertenecer a una vecindad, a un espacio urbano compartido.

Pero también tenía sus otras cosillas.

Siempre con la puerta semiabierta con cadenilla, esperaba atenta hasta que pasara el siguiente vecino al que saludar y darle conversación. Los menores acompañantes recibían de premio una piruleta.

Hablaba siempre para toda la calle, salvo cuando te hacía confidente de los cotilleos vecinales, siempre interesantes.

Se llevaba bien con todas, salvo con la Luisa, porque tiraba a la calle los huesos del pollo que roía mientras espiaba detrás de los visillos.

En definitiva, está el asfalto y las aceras, los contenedores de basura y los coches… y estaba la Tina.

Tina ha fallecido, y con su partida se ha llevado los últimos vestigios de su manera de vivir en los barrios, heredada posiblemente de los pueblos de origen de las gentes que ayudaron a ensanchar Madrid en la segunda mitad del siglo pasado.

Carabanchel puede presumir de cicatrices históricas que la definen de puertas para afuera. Mientras, hacia dentro, la “personalidad” del lugar la cocinaban, a fuego lento, las personas que lo habitaban. Así, el urbanismo cotidiano del barrio se nutría de la sinergia vecinal cocinada en los espacios comunes: los bloques, los patios, las calles, las plazas, los mercados, las iglesias, las asociaciones… los bares.

Esta interacción no siempre fue ideal, pero era lo que había. Sin otra salida que la convivencia, la vecindad estaba obligada a entenderse y tampoco costaba tanto. Pero el tiempo pasa y el natural relevo generacional, junto a la llegada de nuevos residentes (desplazados del mundo o del centro de Madrid), han dado paso a diferentes formas de habitar el barrio.

Los nuevos residentes llenan los huecos dejados por aquellos que mueren o simplemente buscan nuevos horizontes, y así los nuevos hábitos y costumbres se van imponiendo poco a poco sobre las usanzas del pasado. Huellas que a los anteriores habitantes podían parecerles eternas, acaban borrándose de la memoria colectiva, ignoradas por quienes llegan para habitar el barrio, para hacerlo suyo, aunque sea por poco tiempo.

Y muchos de esos vestigios simplemente terminan en la basura, como la fotografía que ilustra esta columna y que fue tomada en un estudio fotográfico de Carabanchel Alto en 1954. Es más que probable que esa pareja haya desaparecido ya y el recuerdo de uno de los momentos mas significativos de su vida ha sido desechado en un contenedor de la calle Duquesa de Tamames.

Curiosamente, a Tina, la mujer que llegó de las provincias trayendo una maleta llena de costumbres y haceres, la ha sucedido la propietaria china de un negocio de la avenida de Carabanchel Alto, que todas las mañanas también limpia su trozo de acera. Pero esta nueva carabanchelera dejará sus propias huellas, creará su propio barrio. Tina se ha ido, y con ella nuestro Carabanchel Alto.

Si quieres que comentemos sobre algún hecho urbanístico que te afecta, escribe a pupu2129@yahoo.es, a la atención de nuestra columna.

 


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