El FMI y el darwinismo social

Durante la campaña para las elecciones andaluzas, el número tres de Podemos, el profesor Monedero, recordó en un mitin las palabras de la directora del FMI, Christine Lagarde, quien en el año 2012 suscribió que el aumento de la esperanza de vida de la clase trabajadora era dañina para la estabilidad financiera de Occidente, tras lo cual el profesor le pidió a Christine que hiciera un ejercicio de coherencia y que se muriera ella primero para dar ejemplo, si consideraba que ésa era la solución.
Intuyo que el profesor, más que enviarle un deseo de muerte gratuito a Cris, quería expresar su indignación por la ideología y los valores de la presidenta y, por ende, del conjunto del FMI, pues las aviesas intenciones de este hermético organismo habían quedado por escrito en un documento oficial llamado El impacto financiero del riesgo de longevidad, en el cual se presentaba el aumento de la esperanza de vida de la clase trabajadora como un problema para la estabilidad del modelo económico imperante; es decir, éste que solo beneficia al 1 por ciento. Dentro de este injusto paradigma, daban como soluciones al “riesgo de longevidad adicional” medidas tales como recortar la cuantía de las pensiones y subir la edad de jubilación, conscientes de que así se acortaría “el período de uso de esos recursos”.
Además, en dicho documento no se contemplaba ni la más mínima posibilidad de subir los impuestos a los ricos, clausurar los paraísos fiscales, recortar en armamento y mucho menos dejar de tapar los insondables agujeros especulativos de los bancos privados con la riqueza social acumulada a lo largo del tiempo con el esfuerzo de la clase trabajadora (educación, sanidad…). Austericidio que, por cierto, está mermando la esperanza de vida de muchos trabajadores, cuando no se la roba de golpe y porrazo.
Los mass media de nuestro país, como siempre en estos casos, no han dudado en soslayar las necrófilas intenciones de la magna presidenta y de su hermética institución financiera y se han centrado en el ceño fruncido del número tres del único partido que puede acabar con los abusos que comete a diario el bipartido español en beneficio de sus amos neoliberales, y, así, han descalificado la actitud indignada del político rebelde tildándola de mal gusto y de talante antidemocrático.
Afortunadamente todavía existe suficiente libertad en internet como para poder suplir la falta de información de los mass media, así que me he adentrado en la hemeroteca, y resulta que casi por las mismas fechas el ministro de Economía japonés, el neoliberal Taro Aso, declaró que a las personas mayores hay que dejarles “que se den prisa y se mueran” para resolver el problema y la carga que sus pensiones y su atención médica suponen para el Estado. También protestó contra las unidades de reanimación y los tratamientos para prolongar la vida insinuando que los enfermos crónicos “se ven obligados a vivir cuando quieren morir”, y añadió: “Yo me despertaría sintiéndome mal si sé que el tratamiento está pagado por el Gobierno”. Por si fuera poco, este salvaje neoliberal fue quien enunció años atrás con fastidio: “Veo a gente de 67 o 68 años constantemente ir al médico. ¿Por qué tengo que pagar por las personas que solo comen y beben y no hacen ningún esfuerzo?”.
Es obvio que este gobernante japonés y la magna presidenta comparten opinión acerca de los jubilados y el problema que supone para la estabilidad de su modelo económico la “longevidad adicional” de la clase trabajadora. Ahora bien, ¿qué relación existe entre el país del sol naciente y el organismo internacional que vela por los intereses de las oligarquías de poniente? ¿Son ajenos el uno al otro? ¿Se conocen de algo? Pues mire usted, la relación entre Occidente y Japón es tan estrecha que en el año 2012 el FMI y el Banco Mundial celebraron en Tokio su reunión anual, y ese mismo año Japón le sustrajo a China unas valiosas islas con el consentimiento de la OTAN con la finalidad última de aplacar el auge del gigante asiático que este mismo año tiene previsto fundar el Banco Asiático de Inversiones e Infraestructuras.
Bueno, ya tenemos la prueba de que no nos encontramos ante un lapsus lingüístico o una simple casualidad verbal, sino ante un pensamiento de clase bien definido; ante un plan elaborado con atención y esmero que refleja el sentir y las intenciones de la clase dominante occidental, de los de arriba, los cuales —por lo que se deduce de sus palabras— no parecen sentir el más mínimo remordimiento por el hecho de mantener su elevado estatus a costa del sufrimiento, la explotación y la muerte de los de abajo; por manipular sus preciosas vidas como si fueran cabezas de ganado. Así que manos a la obra, es decir, manos al análisis.
Aparte de la posibilidad de que los de arriba sean un atajo de psicópatas faltos de compasión hacia sus hermanos de especie (cada vez más estudios científicos avalan esa hipótesis), es bastante probable que por las aristocráticas seseras de nuestros dirigentes pululen ideologías derivadas del famoso darwinismo social. Es ésta una teoría que afirma que quien se encuentra en lo alto de la pirámide social se encuentra allí porque es el más apto, el más fuerte, el de mejor calidad genética; calidad que disminuye a medida que se desciende en la susodicha pirámide. Por lo tanto —piensan—, permitir que los de abajo sobrevivan por medios artificiales (como el Estado de Bienestar) es malo porque se frenan los procesos naturales de eliminación y los menos aptos propagan así sus genes de baja calidad. Por eso mismo es bueno dejarles sin asistencia sanitaria, reducirles la pensión o arrebatarles la prestación por desempleo: se depura y se mejora la especie.
¿Ahora entiendes por qué no resuelven el problema del hambre en África si resolverlo tan solo costaría una cantidad ínfima de dinero?
José Miguel Alvarado Atienza

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