El final del verano marca el cierre de días de sol, comidas fuera de casa, rutinas más relajadas y cambios en nuestros hábitos diarios. También se trata del momento más idóneo para retomar (o instaurar) hábitos saludables o bien recuperar nuestro bienestar previo a la temporada estival.
El calor, los cambios en nuestra alimentación, la exposición continuada al sol, los posibles pequeños accidentes con la fauna marina o con insectos o la alteración de la rutina de descanso pueden dejar una huella inevitable en nuestro cuerpo y en nuestro bienestar mental.
Podemos para ello incorporar una serie de medidas o de consejos sencillos tras el regreso de nuestras deseadas vacaciones para que no se nos plantee excesivamente dura la vuelta a la normalidad.
Alimentación: desintoxicar el cuerpo sin caer en extremos
Tras el verano, es habitual que nuestro organismo nos requiera de forma natural una alimentación más ligera. Platos como las ensaladas, sopas o cremas frías de verduras, smoothies de frutas (a ser posible naturales), pescado azul, verduras, frutos secos naturales poco calóricos o cereales integrales pueden ser una excelente elección para ayudar a depurar nuestro organismo, manteniéndolo nutrido y sin por ello sufrir con dietas extremas que acaban resultando poco realistas. También es importante reducir siempre que nos sea posible el consumo de alimentos ultra-procesados, azúcares añadidos y bebidas carbonatadas o alcohólicas tanto en el período post-vacacional como a lo largo del resto del año.
Mantener una buena hidratación sigue siendo clave para la recuperación completa de nuestro organismo. Aunque el agua mineral natural debiese ser nuestra bebida principal, si el agua sola no nos apetece podemos realizar una hidratación a base de infusiones (como por ejemplo té verde o manzanilla), caldos, vegetales o frutas con alto contenido en agua como el pepino, el melón o la sandía, siempre y cuando sean bien toleradas por nuestro aparato digestivo.
Ejercicio físico: con calma y con cabeza
Aunque durante las vacaciones podemos mantener cierta normalidad en nuestra actividad física o deportiva habitual, la tendencia general es caer en cierta inactividad o en prácticas deportivas algo irregulares. Por este motivo, puede ser conveniente retomar el ejercicio físico de forma progresiva, sin iniciar grandes actividades de forma muy intensa que pudiesen llegar a provocar lesiones, fatiga o incluso desmotivarnos a largo plazo.
Nuestro cuerpo puede encontrarse inadaptado después de las vacaciones, y ser prudentes puede resultarnos beneficioso; podemos, por ejemplo, comenzar con actividades aeróbicas suaves como caminar a buen ritmo, nadar o montar en bicicleta (a baja intensidad) para aumentar progresivamente la exigencia. Si decidimos realizar ejercicio en el exterior, deben intentar realizarse durante las primeras o últimas horas del día (evitando así el calor), recordando una buena hidratación previa, durante y especialmente tras la actividad. No olvidéis realizar estiramientos suaves al inicio y al final de cada sesión deportiva, que nos harán mejorar la flexibilidad durante su práctica y evitaremos posibles lesiones o dolores musculares al finalizarla.
Piel: restaurarla y protegerla
La piel es uno de los órganos que más sufre durante el verano a consecuencia de la exposición a la radiación solar, al cloro de las piscinas, al salitre o a la propia deshidratación en ambientes calurosos. Al regresar a nuestra vida cotidiana, resulta fundamental cuidarla con cariño, con una rutina que incluya una limpieza suave, una exfoliación semanal (ayudando a eliminar células muertas y a mejorar y afinar su textura) y una hidratación profunda, nunca olvidando que el resto del año debemos mantener una adecuada protección solar a diario de las zonas expuestas, pese a que los días sean fríos o nublados. El ácido hialurónico, el retinol (en formato sérum, por ejemplo, iniciándolo a dosis bajas) o la vitamina C pueden ser grandes aliados para restaurar la barrera cutánea tras el verano.
También es un buen momento para acudir a nuestro médico de cabecera para una revisión de nuestros lunares o aparición de nuevas lesiones, especialmente en aquellas personas con pieles delicadas, tendentes a las quemaduras o muy blancas.
Picaduras: animales veraniegos que no son nuestros amigos
Durante el verano es común sufrir la visita de insectos o animales marinos a nuestra piel, con picaduras que, aunque en muchas ocasiones acaban por desaparecer por sí mismas en pocos días, pueden complicarse requiriendo una atención específica. Si pasados 10 a 15 días tras la picadura de una medusa, de mosquitos, avispas o abejas no objetivamos una clara mejoría, debemos acudir a nuestro centro de salud para una valoración médica. Evitaremos siempre rascarnos las lesiones (puede impedir o dificultar su curación), hidratando adecuadamente la piel y protegiendo la zona afectada de agresiones o contaminación externas.
Salud integral: retomar nuestros hábitos a la vuelta del verano
El final del período de vacaciones nos invita a revisar nuestros hábitos de descanso, sueño y bienestar emocional. Retomar rutinas con horarios regulares, reducir el tiempo tras pantallas, realizar actividades novedosas como puede ser el yoga, el pilates, la meditación o la respiración consciente pueden ayudarnos a que el tránsito nos sea mucho más llevadero y agradable.
Podemos también dedicar un pequeño tiempo a revisar nuestro botiquín o realizarnos un chequeo médico post-vacaciones para asegurarnos de que nuestra salud siga intacta (o incluso mejorarla).
En resumidas cuentas, cuidar de nuestra salud tras el verano implica retomar nuestro equilibro de una forma integral: cuidar nuestro cuerpo, cuidar nuestra mente y cuidar nuestro entorno diario; así podremos afrontar el otoño con una energía renovada y cierta felicidad.