Tiempo y muerte

Según el mito de Cronos, de los griegos, este dios se comía a sus hijos nada más nacer. El tiempo inexorable se come a todos sus hijos, pero según este mito solo Zeus se libró de este destino fatal. La muerte llega, y nadie se libra; el tiempo, como espada de Damocles, llega, y nadie lo elude excepto Zeus, que ante tal proeza pudo burlarse de su destino, destronar a su padre Cronos y ocupar el trono del Olimpo.

Siguiendo en la  antigüedad griega, las Moiras eran las que tejían el hilo de la vida; y la más temible, Atropo, que cortaba dicho hilo y ni los mismos dioses podían oponerse a sus designios. No es un tema resuelto de forma definitiva, aunque posteriormente las religiones han tratado de dar una respuesta a la muerte, pero ya desde otro enfoque en el que la fe es fundamental para superar el temible destino.

Las drogas, y sobre todo los alucinógenos, trasportan a quien las toma a otros espacios y mundos antes no explorados y le hacen soñar con otro destino diferente al aparente final. Hay drogas capaces de hacernos sentir la paz, hacernos sentir con una fuerza inagotable y conectar con otros mundos fantásticos maravillosos. Tal es la razón de que tantas personas busquen esta u otras vías, pues indudablemente el de la superación de la muerte es un motor que nos ha acompañado en toda nuestra historia como homínidos. Y realmente la salida es conectar con una experiencia que te conecte con otros planos y te haga ver que nuestro destino es otro más lucido, luminoso y trascendental, capaz de superar el vacío, el sufrimiento y la violencia; que nos tome y nos transforme en verdaderos seres humanos conectados con lo divino.

Las religiones han tratado de buscar respuesta ante el problema de la finitud de la vida, y son de reconocer sus esfuerzos, así como los filósofos, aunque perdidos en un racionalismo continuo. Desde luego no es buen camino el de la droga, aunque se pueda entender su atractivo.

En resumen: no necesitamos droga, tenemos que superar la religión, y lo que sí necesitamos es conectar ante la posibilidad de que en el ser humano vive lo eterno y lo infinito.


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