OBRAS DE RESTAURACIÓN EN LA ERMITA DE LA ANTIGUA

Los primeros días de agosto nos han traído buenas noticias a los vecinos de Carabanchel en particular, y a todos los amantes del patrimonio en general, con el inicio de los trabajos de restauración de la ermita de Santa María de la Antigua, el edificio más antiguo conservado en Madrid.

En primer lugar, el inicio de estas obras supone la actuación más que necesaria sobre un Bien de Interés Cultural (único en el área metropolitana de Madrid, e incluso a nivel regional) que venía presentando alarmantes signos de deterioro, debidos fundamentalmente a las humedades del terreno, que estaban embotando muros e incluso produciendo algún asiento de la vetusta fábrica mudéjar, así como resquebrajamientos severos en el interior, que incluso han llevado a los técnicos de patrimonio de la Comunidad de Madrid a retirar de manera preventiva una serie de pinturas murales datadas en el s. XVII.

En segundo lugar, y una vez asegurada la salvaguarda o integridad física del bien, estas obras de restauración entendemos que también pueden suponer una oportunidad única para documentar y completar lagunas de la “biografía” del edificio en torno al cual se originó el propio Carabanchel. Y es que lo hoy conocemos como ermita fue hasta finales del s. XV la iglesia parroquial del antiguo núcleo rural de Carabanchel, antes de su escisión en el Alto (en torno a la iglesia de San Pedro) y el Bajo (en torno a la iglesia de San Sebastián).

El Carabanchel romano

Pero podemos ir más allá, pues estos trabajos no solo pueden arrojar información sobre el pasado medieval de Carabanchel, sino ir a sus orígenes mismos: el Carabanchel romano.

En efecto, la ermita se ubica en un área arqueológica singularísima en la ciudad de Madrid por recoger elementos materiales anteriores incluso a los romanos (carpetanos, concretamente) y que, desgraciadamente y pese a las muy interesantes piezas halladas casi siempre de forma fortuita (una escultura de Minerva, una cabeza de asno a modo de remate de una posible litera o lujoso sofá, múltiples lucernas o lamparitas y, por supuesto, la actual joya de la corona: el mosaico de las Cuatro Estaciones, hoy en el Museo de los Orígenes), nunca ha sido excavado de una forma sistemática y planificada.

En la anterior restauración de la ermita, al levantar el solado, se documentó la existencia de un horno romano del s. I. d. C., incluso algunos autores aventuran que el conocido como “pozo de San Isidro” de su interior también pudiera ser romano. Así pues, estas obras de restauración, que conllevarán un nuevo levantamiento del solado, deberían abrir la puerta a nueva investigación, casi veinte años después y con mejores técnicas, de los restos romanos bajo su suelo. Pero esos restos no deben circunscribirse únicamente a la planta de la ermita, sino que debería aprovecharse esta actuación para hacer catas o prospecciones en el perímetro circundante; lugar que, por cierto, se usa la mayor parte del tiempo como improvisado aparcamiento, dando lugar a un entorno verdaderamente indigno para un BIC.

Cabos sueltos

Y es que la anterior restauración de principios de siglo dejó algún que otro “cabo suelto” de importancia: en primer lugar, no se actuó en el entorno más próximo a la ermita, lo que sin duda ha contribuido a degradarla. Resulta incomprensible hacer un desembolso tan importante como el que se hizo entonces para dejar, por ejemplo, que siguieran creciendo arbustos junto a los muros; o se mantuvieran esos parcheados de cemento de la puerta, que ocasionan problemas de drenaje; o se haya obviado retirar la torre de alta tensión, que además de suponer una amenaza para un BIC del s. XIII, afea el entorno hasta el extremo.

Otro tema pendiente entendemos que fue la puesta en valor o “reactivación” del lugar. No se dejó ninguna señalética específica que diera cuenta de la importancia extraordinaria del lugar (más que una placa municipal, ambigua y difusa, que refiere a una leyenda popular centrada en la figura de San Isidro, de quien por cierto no se dice ni en qué siglo vivió). Y tampoco se le dio un lugar o “voz” a la ermita en los museos de titularidad municipal o de la Comunidad, siendo hoy una perfecta desconocida para los propios madrileños. Y ya sabemos que aquello que no se conoce o re-conoce, es como si no existiera.

Estas obras son
una actuación
más que necesaria

Los efectos de esto son evidentes: periódicamente la ermita aparece llena de grafitis, cosa inconcebible por ejemplo en cualquier BIC que estuviera en otra zona de Madrid o que fuera debidamente reconocido por todo el mundo.

Es por ello que esperamos que estas obras de restauración supongan una definitiva puesta en valor de este lugar, que sirva además como banderín de enganche para investigar y abordar la problemática del yacimiento, prácticamente inexplorado, y que se extiende en torno a ella; además de revertir la degradación de un entorno en el que entre otros elementos se encuentra una de las pocas veredas trashumantes conservadas en el área urbana de Madrid.

Estamos por tanto no solo ante un edificio, sino ante todo un enclave único en Madrid, un lugar muy sensible a efectos patrimoniales y que, en consecuencia, necesita de una intervención sensible, efectiva e integral que tenga en cuenta todos estos elementos y su adecuada puesta en valor, vista su excepcional importancia.

AUTOR: CHYP​

  Votar:  
Resultado:0 puntos0 puntos0 puntos0 puntos0 puntos
  0 votos