Amenaza y defensa del Carabanchel patrimonial

Ésa fue la frase con la que abrí la ponencia. Cuando empecé el estudio, incluso antes, pensaba que lo que se buscaba era la protección de un yacimiento que ya existía, que era una realidad física ampliamente conocida y, sin embargo, llegué a la conclusión de que no, el yacimiento aún no existía.

No se puede entender esta afirmación sin repasar los conceptos de espacio público y espacio privado. P. Vidal-Naquet, en el prólogo del libro de Moses Finley El Nacimiento de la Política, recoge un escrito de Rousseau, de 1764, en el que se dirige a los ciudadanos de Ginebra y les dice: “…al no estar ociosos como lo estaban los pueblos clásicos, no os podéis ocupar […] del Gobierno; es precisamente por esto porque no podéis estar tan vigilantes que el Gobierno debe estar instituido de manera que os sea fácil detectar […] los abusos de poder”.

Patrimonios presentes y ausentes. Mapa con algunos de los elementos patrimoniales de la zona, muchos de ellos desaparecidos, apenas alguno protegido.
AUTORÍA Y CESIÓN: MIGUEL G. ANDÚJAR

 

Los ciudadanos de Ginebra, 1764, al igual que los ciudadanos de Madrid, 2022, estaban suficientemente ocupados desarrollando su actividad en lo “privado”, lo “diario”, lo “doméstico”, y no tenían tiempo para prestar atención a los asuntos de lo “público”, lo “común”. De la gestión de esto último se encargaba y se encarga un órgano designado especialmente para tales funciones. Con Carabanchel esto tiene que ver, porque en Carabanchel, como en el resto del mundo urbano, existe una separación absoluta de los espacios público y doméstico. Según esta concepción, toda aquella actividad “privada” queda dentro de lo doméstico, mientras que las actividades públicas se producen en el espacio de todos.

Pongamos, por ejemplo y para ilustrar la cuestión, que María va a trabajar. Imaginemos que el viaje de casa al trabajo no empieza cuando cierra la puerta del portal, una vez en la calle, sino cuando coge las llaves de casa, aún dentro. Pues bien, el paseo para ir al trabajo es siempre diario, doméstico, privado. Sin embargo, los espacios que atraviesa y lo que encuentra o no en ellos pasan de ser vividos y gestionados a públicos y gestionados por alguien que, seguramente, no viva en ellos. El espacio privado se presenta como un espacio personal donde cada uno es conocedor de sus necesidades y constructor de la infraestructura necesaria para paliarlas. El espacio público es un espacio impersonal, supuesto de dar respuesta a necesidades abstractas de entidades poco definidas como “la ciudad”, “el tráfico”, “el comercio”… En este sentido, y en muchas ocasiones, la necesidad que la ciudad tiene de poseer un tráfico más fluido se antepone, en el espacio público, al cómodo desarrollo de una actividad cotidiana, doméstica y privada, como puede ser pasear al perro, tomar un café o caminar al trabajo. Además de ser un espacio no personal, el espacio público deja de ser un espacio real. Para los organismos que se encargan de su gestión, este espacio no es concreto, no es un parque, o un edificio histórico, o un yacimiento, o un campo de fútbol improvisado, o un descampado donde aparcar el coche; es un terreno marcado con una categoría artificial: urbanizable o no urbanizable.

Se dan, así, ciertas paradojas, pues el mismo espacio físico existe dos veces. Para aclarar esto recurramos al ampliamente conocido caso de la cárcel de Carabanchel. Resulta que, en el espacio de lo privado, lo experiencial, lo cotidiano, la cárcel existía: se veía desde lejos, si paseabas cerca la advertías… En cambio, para la gestión urbanística, mirando esa ciudad abstracta o esa abstracción de la ciudad, este elemento no existía, no estaba contemplado (y por tanto no se tuvo en cuenta a la hora de plantear un nuevo desarrollo). ¿Cuál fue el resultado? Que la cárcel acabó por desaparecer, en ambos planos.

El siguiente extracto de entrevista muestra ese desequilibrio de conocimiento entre esa ciudad experimentada y esa abstracción de la ciudad desde la que se gestiona el planeamiento:

[S.] “J., ven… ¿Cuánto patrimonio estimas tú que está desaparecido de aquí? ¿Un 70%?”

[J.] “¿Pero de la zona, dices? Si contamos como patrimonio la cárcel, que lo es… pues mucho.”

S. y J., vecinos del barrio, durante una marcha comentada. Esta concepción doble del espacio se combina con una concepción orgánica de la ciudad. Para la mayoría, las ciudades están naturalmente formadas según un esquema centro-periferia. ¿Y qué es la periferia? Una definición geográfica de periferia es el espacio que queda alrededor de un centro. Pero periferia, siguiendo un modelo biológico de ciudad, tiene, además, otras muchas características que la relación situacional respecto al centro. Según este modelo, existe una identificación del todo con el centro, es decir, la ciudad es bonita porque su centro lo es o la ciudad es moderna porque su centro lo es. El centro, y aquí viene lo importante para nosotros, es lo primero que se crea, el origen. Temporalmente es lo más antiguo y, por tanto, lo que concentra mayor cantidad de patrimonio (si no todo el patrimonio). En la siempre más joven periferia existe un vacío patrimonial. Su suelo y subsuelo es, por tanto, virgen y queda a libre disposición para el planeamiento futuro. La ceguera ante la existencia efectiva de patrimonio en la periferia y su consiguiente falta de reflejo del mismo en el modelo teórico de ciudad implica no solo la no existencia de éste a ojos de la Administración y, por tanto, la no protección, sino su desaparición efectiva en el futuro.

Así, si combinamos ese poder transformador del espacio público sobre el privado y el vacío patrimonial que se le supone a la periferia, obtenemos un despojo cultural e identitario enorme que se deja sentir en todos los rincones:

“¿Y por qué? ¿Y por qué no se estudia? ¿Por qué se lleva desde el siglo XIX conociendo esto y no se estudia?”. “Que sí, que sí, que sí, que claro, por eso, porque esto es Carabanchel”. “Pero si te vas a la historia reciente de Carabanchel, tú ves una excavadora y te echas a temblar porque el respeto es nulo”.

Vecinos del barrio, durante una marcha comentada. Esta dinámica de la que hablamos lo que consigue es crear de forma efectiva esos vacíos patrimoniales que se le suponen teóricamente a la periferia. ¿Y cómo se combate esa dinámica? Los vecinos han desarrollado diferentes estrategias: hacer fotos al patrimonio sin proteger para tener pruebas de su existencia una vez desaparecido; aunarse en plataformas y organizaciones; emprender planes de visibilización; desplegar una resistencia física ante la amenaza; ocupar, practicar y vivir el espacio público para convertirlo en privado y cotidiano y de otras muchas otras formas a las que ellos han denominado en varias ocasiones “hacer ruido”. En resumen, hacer de Carabanchel el centro y sacarlo de la periferia vacía.

Matilde Carbajo Usano. Antropóloga y arqueóloga
Este artículo se publicó en febrero de 2020, en el nº 289 de la revista Colegio Oficial de Docentes del Colegio Oficial de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y en Ciencias


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