Unas obras cuyo motivo nadie conoce

Invitados por un vecino, visitamos la calle Guadalete y los trabajos que en ella se están efectuando

En un mes marcado por las denuncias vecinales de arboricidio masivo al Ayuntamiento, nos acercamos invitados por un vecino a la calle Guadalete, que conecta Santa María de la Cabeza con Antonio Leyva, donde se están realizando unas obras que también están teniendo como resultado la desaparición de árboles que llevaban con nosotros en algunos casos más de medio siglo.

Pedro Crespo es vecino de dicha calle desde hace 61 años, cuando se construyeron los edificios de la colonia. Como él mismo nos dice, “esto era campo en aquellos tiempos”, y puede decirlo porque lo ha visto con sus propios ojos. Así pues, con conocimiento de causa, continúa su explicación: “Luego se hicieron las calles, se plantaron árboles, y claro, ya tenían cincuenta y tantos o sesenta años. Ahí detrás, entre esos bloques, hay unos cipreses que sobrepasan en altura a las casas, unos seis pisos o cosa así… Y a lo largo de todos estos años, aparte de los árboles primitivos, han ido plantando más, se han puesto setos, zonas verdes a lo largo de toda la calle…”. Y ahora mucho de eso se lo están arrebatando al barrio con las obras.

Unas obras que los vecinos no tienen claro a qué responden, como nos cuenta Pedro: “Llevamos aquí ya por lo menos tres meses o más de obra; una obra que nadie nos ha explicado ni nos ha informado sobre su necesidad, ni de qué es lo que se pretende con ella, cuál es el objetivo. Solamente sabemos que se han cargado todo el verde y también se han cargado árboles. Junto a mi portal había dos árboles que están cortados, y el aspecto de los tocones es sano totalmente. Tampoco hay acera levantada, así que no se puede decir que las raíces afectasen a nada ni muchísimo menos”. El efecto visible de los trabajos es un gran ensanchamiento de las aceras, que este vecino no entiende: “Si esta calle no es de paso: por aquí pasamos los vecinos y tres o cuatro personas más al día; no pasan más, y tampoco hay establecimientos ni escaparates”.

Y lo que ocurre cuando algo no se explica es que da pie a pensar cualquier cosa. Así que conjetura: “Por ejemplo con las obras he visto que han hecho unas zanjas para meter cableado, y me pregunto yo si todo este tinglado no habrá sido cosa de las grandes compañías de telecomunicaciones, que mueven tantísimo dinero y pagan tan pocos impuestos… O también el hecho evidente de que cuantos menos árboles y zona verde haya, menos gasto se necesita para su mantenimiento…”. en cualquier caso, el resultado visible es desolador: “Yo a esto que están dejando le llamo 'el desierto de cemento', porque miras a lo largo de toda la calle y no ves más que cemento y cemento y cemento… Miedo me da pensar lo que va a ser esta calle el próximo verano: una solanera terrible por la que no se va a poder pasar. Y aunque ahora plantasen arbolitos nuevos, darían sombra ya a mis nietas o a sus hijas”, concluye Pedro. Porque a los vecinos de hoy parece que les va a tocar asarse al sol sin saber por qué.

FOTOS: PEDRO CRESPO


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