Soledad no deseada, cuestión de salud pública

Carabanchel Se Mueve, proyecto en red que persigue dar respuesta a las necesidades de la población que se encuentra en situación de vulnerabilidad social debida a la pérdida del empleo, trabaja en este problema desde hace dos años

La soledad no deseada cada vez genera mayor preocupación en nuestras sociedades, hasta el punto de que hace ya tiempo que se considera un problema de salud pública por su gran y creciente incidencia. Un estudio de la Universidad de Sydney concluye que una de cada 12 personas en el mundo experimenta la soledad a un nivel que puede conducir a problemas de salud graves. Por su parte, el Estudio de Salud de la Ciudad de Madrid 2018 revelaba que en ella una de cada diez personas se siente sola. En nuestro distrito, el porcentaje subía a un 11,1%.

El cirujano general de los EE UU, Vivek Murthy, proporcionaba una buena definición de soledad no deseada: “Sensación subjetiva de carecer de los contactos sociales que necesitamos. Se asemeja a sentirse desamparado, abandonado, aparte de la gente con la que nos sentimos bien”, señalando que “no es incompatible con estar rodeado por otra clase de personas”. Murthy destaca que “el nivel de conexión social que cada persona necesita es distinto”, y que personas introvertidas o extrovertidas “pueden experimentar soledad y necesitan relaciones fuertes para gozar de sentimientos de pertenencia y seguridad”. “Lo más importante —concluye— no suele ser la cantidad o la frecuencia del contacto social, sino la calidad de nuestras conexiones y las sensaciones que nos despiertan”. Mario Arroyo, trabajador social de Redes Cooperativa, que junto con Plan Comunitario de Carabanchel Alto, ASPAFADES y la Fundación San Martín de Porres desarrolla el proyecto en red Carabanchel Se Mueve, apunta que es importante diferenciar la soledad no deseada del aislamiento social, que es una situación objetiva tradicionalmente vinculada a determinados colectivos como las personas mayores o las personas sin hogar, que por sus circunstancias han ido perdiendo sus contactos hasta encontrarse aislados.

El objetivo de Carabanchel Se Mueve es promover la inclusión social de personas en situación de vulnerabilidad, y está muy enfocado a aportar herramientas para la empleabilidad. Pero además de eso, tiene también una parte de apoyo para sobrellevar el estrés que conllevan tanto las situaciones vulnerables como la propia búsqueda de empleo. En este marco, decidieron abordar la soledad no deseada al identificarla como una cuestión muy ligada a tales situaciones, con idea de ayudar a identificarla, afrontarla y sensibilizar tanto a la población como a los profesionales. A ese objeto hemos quedado con Mario en la sede de Redes, con quien mantenemos una interesantísima conversación y nos proporciona abundantes datos y bibliografía.

Fenómeno transversal

Aunque estamos ante un fenómeno transversal, los estudios apuntan diversos factores que podrían influir. El informe aludido relativo a nuestra ciudad parece indicar que el sentimiento de soledad se presenta con más frecuencia en las mujeres que en los hombres (12,5% frente a 7,6%). También que las personas que viven solas experimentan más a menudo tal sentimiento, que las desempleadas lo sufren en bastante mayor medida (18,3% contra el 9,5% de las que tienen empleo; el doble), que las personas inmigrantes presentan una mayor prevalencia de sentimiento de soledad que el resto de la población, y algo que parece sorprendente: también afecta, y no poco, a las personas jóvenes de entre 15 y 29 años (13,3% en mujeres y 10,7% en hombres). Esto rompe las ideas preconcebidas que pudiéramos tener, dado que se supone que jóvenes y adolescentes están en un momento creciente de generar relaciones y además manejan con soltura tecnología que ayuda a ello.

“Hay académicos que sostienen que precisamente las nuevas tecnologías están promoviendo la soledad no deseada —nos dice Mario—, mientras que otros dicen que no es tanto la tecnología en sí, sino el uso que le estamos dando, y que es verdad que eso está provocando cierto aislamiento, cierta comparativa con otras personas que percibimos como ‘mejores’, o incluso que no las consideremos relaciones ‘fuertes’, porque otra de las características de esta soledad sería que puedes tener muchas relaciones, pero a lo mejor sientes que no son de calidad, son superficiales o no tan fuertes como quisieras”. Aquí hay que distinguir las diferentes dimensiones de la soledad, que según diversos autores citados por Murthy serían tres: la íntima o emocional (deseo de contar con una persona muy próxima, con la que nos podamos sincerar, con quien compartimos un lazo mutuo y profundo de confianza y afecto), la relacional (anhelo de disponer de buenos amigos, de compañía y respaldo social) y la colectiva (ansia por tener una red o una comunidad de personas que compartan los mismos propósitos e intereses). Las tres dimensiones combinadas reflejan toda la diversidad de contactos sociales de calidad que el ser humano necesita para prosperar, y la ausencia de relaciones en cualquiera de ellas nos puede hacer sentir soledad.

‘¿Cómo medir algo subjetivo?’

“Este enfoque se ajusta muy bien a la realidad que tenemos —continúa Mario—, pero dificulta un poco la medición del problema, porque… ¿cómo medir algo subjetivo? Hay diferentes escalas, pero siempre queda en el aire cómo se traduce, si vale para todo el mundo… Pero la soledad además puede ser cambiante, dado que por ejemplo el empleo, las migraciones o el problema de la vivienda son determinantes sociales de esa situación”. Además, es “un poco como la pescadilla que se muerde la cola: cuanto menos me relaciono más me cuesta hacerlo, mi autoestima se resiente más, esto hace que también lo hagan mis relaciones y me cueste más recuperarlas, y como consecuencia cada vez me siento más solo y cuido aún menos las relaciones. La pandemia ha hecho que esto se visibilice muy bien, y además de forma transversal: todos hemos tenido esa experiencia en alguna medida aunque fuera de forma transitoria”.

Para afrontar este problema, en Carabanchel Se Mueve intentan que todas las personas que pasan por el proyecto, además de las acciones orientadas a la empleabilidad, asistan a “un taller que llamamos Creando redes, que no tiene tanto que ver con intentar diagnosticar la soledad de cada uno, sino con hacer reflexionar sobre este tema y sobre cómo afecta al desempleo”. En este sentido, según datos del INE de 2014, el 46,71% encuentra trabajo a través de familiares, amigos o conocidos, lo que pone de manifiesto la importancia de las relaciones. Otro factor importante para la sensibilización es el efecto de la soledad no deseada en la salud, que aumenta un 29% las probabilidades de padecer enfermedades coronarias, un 32% las de sufrir un ictus, un 64% las de desarrollar demencia clínica y un 30% las de morir prematuramente. Además de este taller, el proyecto está fomentando la creación de grupos con las personas interesadas en profundizar más en esta cuestión, e intentando sensibilizar a la población y especialmente a los profesionales ante este problema a través de diversas acciones.

En cualquier caso, nuestro interlocutor nos advierte de que no hay recetas milagrosas: “es un problema complejo, basado en tendencias globales, estructurales, de años, que tienen mucho que ver con el sistema económico y social en el que vivimos y que no vamos a revertir con una varita mágica”. Pero sí podemos hacer cosas para afrontarlo, y en ese sentido “cualquier estrategia que fortalezca los vínculos comunitarios es interesante para trabajar el tema de la soledad, sobre todo si repercute sobre aquellas personas más proclives a sufrirla. Por ello, todas las iniciativas comunitarias debemos potenciarlas al máximo”. Mario se refiere a John Cacioppo, neurocientífico y psicólogo, quien sostenía que “si tenemos claro que somos seres sociales por naturaleza y que eso nos ha ayudado a sobrevivir y evolucionar como especie, es algo que tenemos que cuidar. El sentimiento de soledad sería un poco como el hambre: no es tanto una enfermedad como una alerta de tu cuerpo para que hagas algo, en este caso cuidar tus relaciones, las fuertes y las débiles. La familia, los amigos y también el barrio, las comunidades y todas las cosas que generan vínculos. Por supuesto, no cualquier tipo de comunidad: que sea inclusiva, diversa, acogedora, abierta, amable y que promueva el igualitarismo”.

 FOTO: Mario Arroyo (izquierda), trabajador social de Redes Cooperativa, durante nuestra conversación. Foto: Zulema Herrera

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