De monjas violadas, sóviets españoles y participación extranjera en las últimas elecciones

No, aún no sabemos si se producirá la bolivarización del sur de Europa, como anticipaba la extrema derecha antes de las elecciones locales y autonómicas en España. Para estos pensadores empotrados en el poder, bolivarización es sinónimo de populismo, y populismo es hacer propuestas imposibles de cumplir para hacerse con el voto de los desprevenidos ciudadanos. Podemos, según los teóricos del desastre, encarnaba, y encarna, esa actitud política de prometer una renta mínima de supervivencia para los pobres, la eliminación de los desahucios, el restaurante escolar, eliminación de la pobreza energética y la precariedad laboral; es decir, recuperar el Estado del Bienestar arrasado por el Gobierno del Partido Popular.
Una vez constatado el triunfo de Podemos y otras fuerzas de izquierda, el pánico cundió en las toldas conservadoras. Esperanza Aguirre llamó a todas las fuerzas del país a luchar contra los sóviets que se iban a constituir en los barrios pobres de Madrid y de España, y una ex-ministra de Exteriores del Gobierno Aznar llamó a los votantes de las nuevas formaciones políticas de izquierda “nostálgicos del Estado Islámico” y propiciadores de una España bastante parecida a la Alemania prehitleriana. Podemos, la nueva fuerza, hija legítima del movimiento 15M, se erigía imparable en la destrucción de la democracia y la cultura occidental, y empezarían destruyendo iglesias y violando monjas, según otra portavoz del Partido Popular.
Esa mezcla de bolivarismo latinoamericano, doctrina hitleriana, herejía islámica y organización sóviet, rezagos de la ex Unión Soviética, habían aterrizado en España de la mano de Ada Colau, Manuela Carmena y Pablo Iglesias, cuyo efecto sobre la España Popular sería el fin de sus días. La corrupción en peligro, la financiación indebida del partido de gobierno, la aplastante mayoría absoluta que llevó a los desmanes del poder, toda la basura arrinconada debajo de las alfombras, estaba a punto de ser descubierta. De allí el alarido irresponsable y las calificaciones salidas de madre de los perdedores.
Allí están los resultados de las elecciones. El pueblo español gira hacia la izquierda. Está por verse la nueva repartición del poder local y autonómico, y lo único claro hasta hoy es que, según lo visto, no ha empezado aún la quema de iglesias y la violación de monjas. Tampoco hemos visto el despliegue de las fuerzas de Podemos apoyadas por la izquierda radical, en la cual han ubicado al Partido Socialista, Izquierda Unida y otros, para la conformación de comités ciudadanos armados, que eran en realidad los sóviet, para el control político de la población. Mucho menos hemos visto que alguien proponga una política de “barrio adentro”, que fue el programa bandera de Hugo Chávez, y que se trataba de dar de comer a los pobres y darles la oportunidad de crecer como ciudadanos de bien.
Nada de eso. Solo socialdemócratas luchando contra las fuerzas delincuenciales de las mafias internacionales de la banca, el comercio y la cultura. Pero el pánico de la derecha europea ante los resultados electorales de Grecia y España es evidente. De allí su satanización y la puesta en marcha del miedo como arma ideológica en defensa de sus privilegios.
¿Y los inmigrantes?
Ahora, los inmigrantes esperamos con esperanza que las nuevas formaciones políticas promuevan el fin de las identificaciones policiales basadas en el perfil étnico y en la nacionalidad, información a los colegios de abogados sobre deportaciones y el cierre de los Centros de Internamiento de Extranjeros, así como la implementación de una política pública migratoria basada en la construcción de un modelo de ciudadanía social o universalista, sin racismo, xenofobia y discriminación. Ésa fue la consigna de los extranjeros. Eso sí, seguimos siendo una fuerza desorganizada. Y ya deberíamos pensar en organizarnos.
Arturo Prado Lima

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