En una esquina del barrio de Abrantes —en concreto, en la calle Carrero Juan Ramón— emerge un kiosco. Uno de los pocos que resisten y permanecen abiertos. Su dueño y conocido mío personal, José, lleva más de cuarenta años detrás de esa cuadrangular ventanilla, viendo pasar a los vecinos y los días.
En esta entrevista, su voz suena algo cansada pero firme; la de quien ve cómo el papel, y con él parte del alma del barrio, van desapareciendo poco a poco. Por ello, hemos hablado con él y con uno de sus lectores asiduos. Empezamos por José, preguntándole sobre la pervivencia del kiosco.
●●● José, al llevar tantos años aquí, ¿qué relación se crea con el cliente? Y, por supuesto, con el barrio…
Hay muchos que no vienen a comprar; si yo tuviera que cobrar por cada uno que saludo y no compra, a lo mejor no estaría aquí ya. Esto genera mucho sentimiento de barrio y pertenencia.
●●● ¿Qué es lo más difícil de mantener un kiosco hoy en día? ¿Se notó el impacto de la COVID?
Nosotros, como estuvimos abiertos, funcionamos bien. La gente venía a comprar revistas, aunque al principio, claro, no querían salir. Compraban mucho entretenimiento. Aunque también cerraron muchos kioscos con la COVID; nosotros, en la asociación, éramos mil doscientos y pico y quedamos cuatrocientos. Pero aunque la COVID colaboró, esto ya venía en decadencia.
●●● ¿Crees que el papel sigue teniendo relevancia?
Si, el papel sigue cobrando importancia para el que quiere leer de verdad. El que solo quiere ver si el Madrid ha ganado 4-0… a mí, personalmente, no me interesa. No es lector habitual de periódicos.
●●● ¿Hay algún momento en concreto en el que hayas notado más el declive o ha sido algo gradual?
No lo hay, sobre todo es ahora. Y quien tiene la culpa es el señorito internet, porque también sabéis los jóvenes que vosotros leéis ahí. A mí al final me queda, si acaso, un año de estar aquí.
●●● ¿Cómo ves el futuro de los kioscos?
Complicado. De aquí se saca sueldo, pero es muy sacrificado. De hecho, hay kioscos por ahí en “buen sitio” y sin embargo están cerrados. Es una pena, pero es lo que hay: el progreso es “antiprogreso” para algunas cosas.
●●● ¿Algún mensaje para tus clientes?
Yo le daría las gracias a todo el mundo que ha venido. Y hayan comprado o no, aunque sea me han dado compañía.
●●● Por último, ¿terminas feliz y satisfecho aquí?
A ver, sí, porque piensas en todos los años que llevas y todo lo que has hecho aquí, pero es verdad que un poquito de tiempo para uno mismo hubiese estado mejor. Esto es muy sacrificado. De hecho, el día que me vaya aquí no vendrá nadie. Seguro, vamos… Y es que ya no es el kiosco solo lo que se pierde. Es el barrio lo que se pierde. Las tiendas de barrio también. Y no solo se pierde porque nos vayamos nosotros.
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A pocos metros del kiosco, un comprador habitual se detiene con su periódico bajo el brazo. Dice que lleva toda la vida leyendo a diario. Su testimonio revela la otra cara de la historia: la del lector que no quiere, ni sabe, despedirse del papel. Así nos da unas breves declaraciones:
●●● Buenos días, ¿qué nos puede contar? ¿Es lector frecuente?
A diario desde hace muchísimos años. Tengo muchísimos años y llevo muchos leyendo periódicos.
●●● ¿Le da pena esta decaída creciente de los kioscos?
Si, la verdad que me da mucha pena.
●●● ¿Entonces le parece importante leer en papel a diferencia de en el teléfono móvil?
Yo creo que es lo mejor que hay, leer en papel. El móvil, en el bolsillo. La gente dice que es una cosa muy buena, pero vamos, que para mí no. Se retiene más en papel.
●●● ¿Y qué opina de los jóvenes que no leen en papel?
Que no saben lo que se pierden. Es lo mejor que ha habido: el periódico. Dicen muchas mentiras, pero bueno…
●●● ¿Qué pasará cuando ya no haya kioscos?
Pues que nos tendremos que apañar, la verdad.
●●● ¿Entonces dejará de leer noticias con la caída de los periódicos?
Yo creo que sí. Pero vamos, seguiré buscando el periódico hasta que no quede ni un solo kiosco.
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La entrevista termina con una frase que da bastante qué pensar y un silencio que pesa más que las palabras. ¿Qué pasa con esa población de avanzada edad que está acostumbrada a leer en papel? ¿Qué ocurrirá con la esencia del barrio?
José atiende a un último cliente, saluda a otro que pasa sin comprar… El kiosco sigue ahí, pero su futuro —como el del papel— parece estar escrito en tinta que se borra con el tiempo.
Foto: José, en la ventanilla de su kiosco.



