Lo que de verdad importa

Como sanitaria que trabajo día a día con la COVID y como usuaria quiero expresar mi disconformidad ante la deshumanización que siguen recibiendo los ancianos en determinados hospitales madrileños, en este caso el Gómez Ulla con el protocolo de visitas COVID.

Esto me ha pasado de verdad, pero es solo un ejemplo que he vivido en mi propia familia. Uno de tantos que conozco bien por escucharlo a mis pacientes, o por familiares de gente cercana a mí.

Mi abuela, con 100 años, ingresó por Urgencias (la primera vez en su vida) y no se le permitió acompañamiento esa noche. En planta se nos ha concedido un único pase nominativo a los familiares para poder visitarla. Es una persona gran dependiente en todas las actividades de la vida diaria. Necesita que se le dé de comer y líquidos cada media hora. Hay que estar continuamente pendiente de ella para que no se quite las vías… Y sin embargo solo permiten a una única persona estar con ella, sin que se alterne con otro familiar el pase visita. Un familiar de paciente dependiente no puede permanecer 12 horas en un hospital sin tener un relevo, porque tiene que trabajar, ducharse… y descansar en algún momento.

Al solicitar un pase para más familiares, nos comentaron que son órdenes del centro y que depende del médico que la trata dar otro pase de autorización. Debo decir que tanto los auxiliares como los enfermeros que la atienden son excelentes profesionales, que la cuidan perfectamente y nada tienen que ver con que un facultativo no autorice un pase. Pero es imposible que se dediquen a dar (como ha indicado su doctora para rehidratarla) gelatina a mi abuela constantemente, por carga de trabajo y escasez de personal para hacerlo… Para eso estamos todos los que la queremos, su familia.

La incidencia de la pandemia en este momento es baja, y la mayor parte de la población tiene la pauta de vacunación completa. No entiendo que el acompañante pueda bajar a la cafetería, donde, por cierto, hay más riesgo de contagio COVID por la afluencia de gente y el hecho de quitarse la mascarilla, y no pueda cambiarse con otra única persona y comer en su casa, donde el riesgo de contagio es menor. Todo se está convirtiendo en un sinsentido.

Por eso, solicito un trato humanizado con los grandes dependientes en los hospitales, sobre todo a los ancianos más vulnerables. La sociedad, los sanitarios, debemos pensar en la soledad, el miedo y la vulnerabilidad que afrontan los pacientes durante su hospitalización, en este caso una persona de 100 años, y analizar si las medidas restrictivas se ajustan más a los intereses y acomodamiento de algunos profesionales respaldados en la COVID.

Las normas y los protocolos son necesarios, pero me pregunto si no están haciendo que algunos profesionales de la sanidad puedan estar respaldándose en ellos para no trabajar en lo que de verdad importa.


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