HABLANDO DE URBANISMO. Renaturalizando balcones

Madrid ya renaturaliza, pero como con casi todo, lo hace siguiendo su particular forma de entender esta tendencia. A través de la estrategia “Madrid Isla de Color”, se están realizando diversos proyectos de renaturalización y acondicionamiento de espacios degradados, como por ejemplo han hecho con el entorno del CEIP Francisco Arranz.

Vaya por delante el aplauso y agradecimiento sobre todas aquellas iniciativas que mejoren la ciudad, en beneficio de lo público y del ambiente urbano. Pero, por favor, si queremos subirnos al carro de las “modas medioambientales” intentemos hacerlo mejor o no lo hagamos, o llamémosla de otra forma.

Aquí hace falta un poco de didáctica. Así que, con la mayor humildad, aquí vamos. La renaturalización o rewilding se entiende como la rehabilitación al estado natural de un entorno previo a su transformación en espacio urbano. En palabras de la web TYSMagazine: “la renaturalización no es una mera revegetación, sino que busca recuperar la conectividad ecológica y para ello también se debe realizar una intervención completa, desde los suelos hasta la orografía del terreno…”.

Siguiendo con su explicación, hay beneficios ambientales, qué duda cabe, con la recuperación del espacio degradado como hábitat natural. Hábitats, sí, donde la biodiversidad (no humana) tiene tanta importancia como el reverdecer con jardines. También hay beneficios sociales, ya que la relación entre los espacios naturales y la salud de los ciudadanos es un hecho. Y por último los beneficios económicos, que además de la reducción en gastos socioambientales significa permitir que la naturaleza “recupere su curso”.

No es cursilería, es una cuestión totalmente práctica, en consonancia con ese otro término de moda que es la sostenibilidad. Si un entorno es capaz de regenerarse, no requiere de mantenimiento. Es autosuficiente o simplemente muere. Esto, que puede sonar muy radical, es la base de la renaturalización, que busca que los entornos urbano y natural dialoguen y se equilibren el uno al otro.

Y aquí entran cuestiones vitales para el éxito de una renaturalización. No vale cualquier lugar. El ejemplo más claro de rewilding son los cauces de ríos y bordes costeros. No basta con coger un espacio, dividirlo en jardines, caminos, plazas y equipamientos y pretender que ya hemos conseguido la renaturalización. Sí vale la valentía de estar dispuesto a “abandonar un lugar a su suerte” y no crear más metros cuadrados de jardines con árboles diseminados y plantas de temporada, dejadas en manos de las contratas de mantenimiento.

Si quieren entender de verdad lo que significa renaturalizar la ciudad, les invito a visitar la parcela de la foto, en la esquina entre las calles Duquesa de Tamames e Isabel Patacón. Para que esa parcela se haya convertido en el paradigma de la renaturalización ha bastado una valla, un candado y un olvido de su existencia.

En definitiva, no se trata de no renaturalizar, sino de saber hacerlo y dónde hacerlo. De lo contrario, terminaremos renaturalizando balcones.

Si quieres que comentemos sobre algún hecho urbanístico que te afecta, escribe a pupu2129@yahoo.es, a la atención de nuestra columna.


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