Desahucio Marcheline
Desahucio Marcheline

Una mujer ‘empoderada’ ( desahucios)

 

Marcheline, una vecina que, pese a perder su empleo y haber estado a punto de ser desahuciada, continúa en su casa gracias a no rendirse y al apoyo mutuo. Hoy sigue luchando

ROBERTO BLANCO TOMÁS

Marcheline es una vecina que llegó a España desde Ecuador hace 23 años. Todo este tiempo ha vivido en Carabanchel —“salvo un año en Tetuán”, precisa—. Los lectores de este periódico la conocen ya, pues nuestro compañero Ernesto le dedicaba un artículo en el número pasado contando cómo había sido arrollada en su silla de ruedas por una carga policial hace algo más de un mes. Hoy nos cuenta su historia, desde que perdió su empleo y estuvo a punto de ser desahuciada, hasta su militancia antidesahucios de estos años. Su relato tiene tanta fuerza, que el que esto suscribe ha decidido reproducirlo sin interrupciones.

“Yo era secretaria de dirección en una empresa. Compré mi casa en 2006, pero llegó la crisis, y me quedé sin trabajo a finales de 2009. Ya sabía que iba a pasar, y me preocupaba la hipoteca, así que empecé a informarme para buscar soluciones. Entonces encontré a un colectivo de ecuatorianos que ya llevaban años reivindicando el derecho a la vivienda. Hacían manifestaciones para denunciar la estafa que habían sufrido, el ‘caso Caño’. Y en ese momento yo creía que mi situación era distinta; no entendía que a mí también me habían estafado: yo había firmado un contrato, tenía que pagarlo, y estaba fallando, por lo que me embargaba el miedo y la vergüenza.

De todas formas, seguimos pagando la hipoteca hasta el 2011. Y en esas condiciones, para hacerlo tienes realmente que dejar de vivir: dejar de alimentarte, dejar de pagar facturas, dejar todo… Buscábamos ayuda por todas partes: fuimos a iglesias, a Servicios Sociales, a abogados… a todos los sitios. Me acuerdo que de un bufete de abogados al que me mandó la asistenta social, supuestamente gratuito, salí llorando por la actitud del abogado: me vino a decir que qué me creía, que con lo que había hecho cómo pretendía que me salieran las cosas… Fue horrible. Entre 2009 y 2011 fueron los peores años de mi vida.

Entonces, por internet encontramos la Plataforma de Afectados por las Hipotecas, que recién se creaba. Yo estaba muy asustada, pues ya había dejado de pagar. Pensé de todo: que me iban a expulsar del país, que me iban a quitar a mis hijos, que además me iba a ir con antecedentes penales… Todo eso me lo decían por todos los lados: el banco, los Servicios Sociales… Entonces llamé a la PAH, dije que había encontrado el teléfono por internet y me puse a llorar. Al otro lado, una chiquita me tranquilizó y me preguntó: “¿puedes venir hoy a las siete?”. Llegué allí y había unas quince personas, pero afectadas éramos solo tres o cuatro. Había también abogados, asistentes sociales, psicólogos… Ellos hablaban, pero no entendía lo que decían, tan bloqueada estaba. Se acercó una chica y me preguntó si venía por primera vez. A mí me temblaba la voz, solo asentía con la cabeza, y me pidió que le contara mi caso. Yo intentaba hablar, pero no podía. Me dijo: “vamos a salir un ratito”, y nada más salir empecé a llorar y llorar…

En definitiva, para mí la PAH significó una esperanza. Me derivaron al 15M de Carabanchel, que también se acababa de crear. Me dijeron: “ve a la asamblea de Carabanchel, que es tu barrio. Aquí puedes venir también los martes, pero ellos están cerca de ti”. Así que fui a la asamblea, que se reunía en la plaza de Oporto. Cuando llegué solo había otro caso como el mío, y la verdad es que con la asamblea del 15M encontré una segunda familia. Allí fui aprendiendo y conociendo el apoyo mutuo. Y entre la PAH y el 15M me fui empoderando, y entendiendo que si me ponía en ello era posible que algo cambiara. Eso pese a que en aquella época no se pensaba que se pudieran echar atrás desahucios, y además no es como ahora, que se entiende como vulneración de un derecho: en ese momento era como que tú te lo habías buscado.

En marzo de 2012 me llegó la orden de lanzamiento. Para entonces, a través de la asamblea y la PAH logramos presionar al banco. Conseguimos el acuerdo unos días antes de la fecha de lanzamiento por medio de la presión social. Estaba asustada, pero no llegó a producirse el desahucio, porque yo me había hecho muy mediática, y Bankia me llamó para negociar. Me dijeron que si yo prometía no salir en los medios, negociaban conmigo, y dije: ‘vale, quiero un alquiler social y la condonación de la deuda’. Me dijeron: ‘lo que tú quieras, pero deja de salir en los medios’. Y eso hicimos, pero me engañaron igualmente, porque me hicieron un alquiler (que está a punto de caducar a finales de este año), pero nunca me condonaron la deuda. Debo más de lo que me prestaron hace diez años.

He aprendido el valor del apoyo colectivo y la lucha en conjunto. Sé que el objetivo es concienciar a la gente de que si en un momento dado hemos caído en no pagar la vivienda, no ha sido por haber pretendido vivir por encima de las posibilidades, sino porque en aquel momento ni siquiera nos imaginábamos que la escasez de trabajo llegaría. En todo caso te digo que estas hipotecas son paquetes tóxicos que nos metieron, cargados de ilegalidad y de abusos, porque fueron contratos que firmamos sin saber lo que cogíamos. Y yo sola hubiese terminado desahuciada, pero mi fuerza se centró en que estuve rodeada de miles en mi misma situación. Esa conciencia también significa que, al igual que un día un compañero me ofreció su hombro para llorar, yo ahora hago lo mismo por otros. Abrimos un camino, pero no está solucionado, y podemos solucionarlo mucho más en colectivo que por separado.

Las acciones en los bancos son necesarias, porque si vas con buenas maneras y como ciudadano, te humillan y te maltratan. Cuando éramos clientes “sin problemas”, éramos bien recibidos, pero a mí me tocó llorar muchas veces saliendo del banco. Nosotros consideramos que lo que nos mueve es justo: defender derechos. El mes pasado, cuando fuimos a Bankia, solo fuimos a pedir que nos aceptaran a trámite diez expedientes. Eran diez desahucios que estaban en la puerta, y cómo vamos a permitir que queden familias en la calle…

Ese día fuimos muchos compañeros a exigir al banco que resolviera el problema, porque era un problema suyo, y al banco no le importó. Salí a tomar aire, y ya no me dejaron entrar. Estuvimos allí afuera desde el mediodía hasta las seis de la tarde, con el frío y la lluvia. A las seis hubo una carga policial que arremetió contra nosotros con fuerza, sin que hubiera habido resistencia alguna… Yo estaba en mi silla de ruedas, y al lado mío un bebé en un carrito. Ya tan solo por eso ellos tenían que haber medido las consecuencias. Menos mal que fui yo la que voló por los aires: ¿y si hubiese sido el bebé? Caí al suelo, quedé inconsciente, y luego no recordaba lo que había pasado, no sabía ni dónde estaba. Después el Samur me llevó al 12 de Octubre, donde he estado ingresada. Ha pasado algo más de un mes, y todavía estoy con tratamiento médico por los resultados de aquello.

Lo que estamos haciendo es ayudar a algo que tienen que hacer los jueces: buscar la justicia… Así como en su momento abrimos la posibilidad de negociar, con alquileres, con reestructuraciones, con quitas, ahora hay otras cosas que vamos descubriendo: la sobretasación, las clausulas abusivas, las titulizaciones… Son temas que están ahí, y hay que sacarlos”.

Es Marcheline, una vecina con una historia reciente muy dura, pero ella lo ha sido más. No es un caso aislado: en nuestro barrio hay un montón de historias así; es algo que está ocurriendo y afecta a muchos vecinos. Y el de Marche es un ejemplo excelente de que, cuando las personas resisten y unen sus fuerzas, pueden encontrar soluciones.

 

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