Vuelta de las vacaciones

Editorial
Parece que los sustos no paran, y no respetan el que estemos de vacaciones. Haciendo un breve repaso de lo que ha acontecido en este periódico, que desde luego no han faltado sobresaltos y preocupaciones, en primer lugar en nuestro barrio, en plena estación estival, se derrumba un edificio, con consecuencias que continúan más allá del tiempo. Hay que destacar en este tipo de sucesos cómo una vez que pasan tienden a caer en el olvido más absoluto, aunque los vecinos siguen sufriendo las consecuencias de los mismos, ya lejos de la primera plana.
No menos grave, pese a que ya sale de la esfera de lo barrial, aunque sus consecuencias nos tocan a todos y desde luego a nuestras vidas, es el problema de la inmigración creciente, que en ningún momento se ha querido resolver ni ver la raíz del problema. No parece que la inmigración se vaya a parar, y más con los conflictos abiertos en Siria, Irak, Nigeria, Congo, Sudán del Sur, Centroáfrica, Mali, Palestina, Libia… Si a esto le sumamos las tremendas desigualdades generadas en tres cuartas partes del planeta, podemos decir sin lugar a dudas que no es posible parar la oleada de inmigración, y desde luego no se va a poder parar si no se cambia la política hacia un mundo más justo y equitativo, e incluso las cosas irán cada vez peor.
No es nuestra intención ser catastrofistas: más bien queremos reflexionar que no es con el pragmatismo ni con la improvisación como se resuelven los problemas. Aplaudimos las iniciativas de la gente por acoger a los inmigrantes y el recibimiento recibido a los primeros llegados a Alemania; pero no creemos que sea posible seguir este ritmo si no se cambian las políticas egoístas llevadas a cabo hasta ahora, a favor del capital, de las corporaciones y los bancos. No se pueden poner barreras a las aspiraciones de una vida mejor, ya sean refugiados que vienen huyendo de la guerra, como si es por motivos económicos.
No creemos que no haya recursos para todos, y desde luego se necesita un cambio de rumbo. Se tendría que instalar la obligación en los Estados de poner como prioridad el ser humano y sus necesidades inmediatas, por encima de los intereses del capital. Por tanto, nosotros también nos sumamos a las iniciativas de acogida de los inmigrantes, teniendo en cuenta también a los que huyen de la pobreza.
No nos cabe en la cabeza cómo se puede seguir alimentando conflictos armados y plantear irresponsablemente querer que perduren, que se multipliquen, pues de aquellos polvos vinieron estos lodos. Insistimos: no se puede frenar las aspiraciones legitimas de todo ser humano a buscar una vida mejor, y en este mundo tecnológico no nos cabe duda de que es posible un cambio a mejor, a pesar de todo.

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