Veinte años parece mucho, pero algunas veces no es suficiente

Pedro Vicente García Romero

España era un país que en los años noventa no contaba apenas con población inmigrante entre sus ciudadanos. Llego el año 2000, y se empezó a ver en este país que su población se encontraba en proceso de envejecimiento y que necesitaba incorporar urgentemente nueva mano de obra.

La burbuja  inmobiliaria que estábamos preparando y que más tarde nos llevó a la crisis, necesitaba gente para cubrir el sector de la construcción especialmente, así como el sector agrícola que la población rural española había abandonado para pasarse a la construcción, que ofrecía mejor salario y oportunidades.  Nuestra población envejecida también requería de personal interno para cuidar a sus personas mayores. El sector de la hostelería también acogió gran parte de las personas que habían llegado en búsqueda de trabajo y nuevas oportunidades. Sin dejar de mencionar el personal cualificado que se necesitaba y que también llegaba, como por ejemplo el personal médico para cubrir la carencia en nuestro sistema sanitario. Todos eran necesarios por aquellos años, todo el que viniese tenía acceso a un puesto de trabajo “con papeles” o “sin papeles”; tenía trabajo.

De pronto todo empezó a cambiar. Llegaban personas de distintos países, sin tener que ver nunca nada con España y algunos países desconocidos para estas tierras. Traían otras ideas de la vida, con su propia cultura, religión, política, etc. Unos venían de países del este de Europa, como era Rumanía, Bulgaria, Ucrania y otros lugares de la recién extinguida Unión Soviética. Otros venían de países de África donde España había tenido posesiones como nuestra vecina Marruecos, así como Senegal, Mauritania, etc. Por otro lado estaba la población de la India, Pakistán y China. Éstos no accedían a los puestos de trabajo de la industria española: se dedicaban principalmente al sector del comercio o trabajos con su propia población, como la comunidad china.

El latinoamericano siempre había sentido con España una unión por el idioma castellano, la madre patria, lo que le hizo más fácil el acceso a la integración. Muchas mujeres de origen latino llevaban muchos años en España, llegaron hace tiempo para trabajos de cuidado de personas mayores y tareas de asistencia en el hogar. Eso hizo que con la necesidad de mano de obra viniesen sus familiares y amigos. No debemos olvidar que el sector inmigrante también esta compuesto por las personas del mal llamado “primer mundo”, porque también llegaron personas de países como Alemania, Francia, Inglaterra, Holanda, Estados Unidos o Suiza, entre otros. Aunque a éstos se les veía con otra mirada porque se tenía la creencia de que llegaban para ocupar puestos cualificados, con un estatus de nivel de formación y económico superior a los españoles.

De pronto todo cambió en la convivencia del día a día. Nuestros vecinos ya no eran los habituales a los que estábamos acostumbrados. Nuestro vecino hablaba en muchos casos otro idioma desconocido totalmente para nosotros. Vestía en muchos casos de otra manera, su creencia religiosa era distinta, la música no era la nuestra, su comida… Todo había cambiado en el portal en poco tiempo. Los niños en los colegios pasaban a tener nuevos compañeros que no tenían nada que ver con España, venían de otro lugar distinto y desconocido para muchos.

Estos niños que llegaban no conocían el idioma o las expresiones utilizadas en su peculiar castellano latinoamericano, no era lo habitual todo esto. Muchos de ellos debido a su religión no comían ciertos alimentos y no hacían la comunión como siempre había sido habitual en los alumnos de su clase. Todo empezaba a cambiar en aquellos años, y por desgracia pronto llego la crisis económica. El sector inmigrante fue el primero en sufrir las consecuencias: tuvieron que cambiar a otros lugares del país en búsqueda de nuevo trabajo o bien retornar a su país con el Plan Retorno del Gobierno de España.

Ahora, después de pasados veinte años desde aquella etapa inicial, nos damos cuenta de que por suerte hemos podido superar muchas cosas, que nos hemos ido adaptando al sistema de vida en común. Pero todavía nos quedan cosas muy importantes de superar, como son los prejuicios en cuanto a la persona por su origen y color de la piel. Por suerte nuestros jóvenes están más habituados a la convivencia entre las partes, porque desde la etapa inicial de su vida hacen vida en común entre todos. Esperemos que los prejuicios vayan desapareciendo en esta sociedad, que entre todos logremos definitivamente esa etapa de buena convivencia deseada.

Tampoco debemos olvidar que no todo el esfuerzo de luchar por la convivencia está solo basado entre el inmigrante y el ciudadano de España. Existe un tema importante para seguir trabajando, y es el tema de la convivencia entre la propia población inmigrante. Luchar plenamente contra las mafias que extorsionan a sus propios compatriotas. Contra el desprecio que sufren muchas personas por parte de las personas de su país al ser de una etnia diferente o de una forma distinta de pensar. Luchar contra la violencia machista que muchos importan desde su país de origen y que forma parte de su sistema de vida.

Pienso que lo fundamental para combatir todos estos problemas es algo muy importante y necesario: la educación permanente de la sociedad y especialmente de nuestros jóvenes. Y no dejar de perseguir el desprecio entre personas con los delitos de odio o racismo que existan, venga de donde venga.

 

 

 

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