Desde épocas lejanas ya las mujeres han tenido que recorrer un largo camino para lograr el reconocimiento y respeto en su vida, teniendo a veces que llevar a cabo hazañas heroicas para que se las tenga en cuenta. Y por si todo esto fuera poco, su vida laboral a veces se ha visto estigmatizada.
La menopausia es un punto vital de cambio en la mujer, pues es el momento en el que cesa la función de los folículos ováricos y disminuye la cantidad de estrógenos en sangre, traduciéndose en la desaparición de la menstruación y de la ovulación. Suele comenzar entre los 45-55 años y puede comprender un periodo de entre 7 y 14 años, pudiendo variar en cada mujer. Todo ello se engloba dentro del envejecimiento natural de la mujer, y a veces provoca un aumento de los factores de riesgo cardiovascular y la aparición de síntomas tan sonados como los sofocos.
Mucho han tenido que luchar las mujeres en el día a día, como es el caso de María Blasco, de casi 60 años y desde 2011 directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas. Si acudimos a los datos, en España unos cinco millones de mujeres tienen la menopausia y el 80% son trabajadoras. En esta edad, lo más común es que estén en plena cima de su vida laboral, pero se topan con una serie de síntomas naturales a la evolución biológica que evidentemente no siempre son agradables. Al final, hablamos de un cambio en un ciclo hormonal, con todo lo que ello conlleva, como por ejemplo los famosos sofocos y estrés asociados, que no significa volverse incompetentes o poco eficientes.
Destacar el estudio SWAN, uno de los más importantes sobre este tema, que habló de que no se observaron cambios en la función cognitiva de las mujeres en el periodo transicional, si bien podía haber una bajada del rendimiento relacionada más con síntomas como la depresión y la ansiedad, que actuaban de forma independiente.
Es cierto y no debemos olvidar que en este periodo se ve incrementado el riesgo de padecer también depresión, pudiendo afectar de forma negativa al transcurso de la vida laboral. Pero estos datos se han magnificado y de nuevo mitificado, y una vez más hemos perdido el foco sobre el contexto.
Quizás el verdadero problema esté más en la poca visibilidad que algunas empresas y el propio sistema educativo ofrecen y la falta de políticas laborales que faciliten a la mujer poder cumplir la transición de forma adecuada, dándoles el apoyo necesario para que puedan continuar sus carreras con la total confianza que merecen, basándonos en su trayectoria laboral y no en una serie de síntomas que no dejan de ser parte de un proceso natural y que hay que normalizar. El desconocimiento de este momento de la vida debido a una educación en las escuelas insuficiente junto a la sensación de falta de apoyo del entorno en el trabajo aumentan de forma externa el riesgo de padecer estados de ánimo bajo y, de forma inevitable, la bajada del rendimiento.
Algunas personas piensan que en este punto de la vida la mujer se vuelve, por así decirlo, poco imaginativa. La creatividad, que no es otra cosa que una parte de la cognición humana y que depende de aspectos como la sensibilidad, la libertad o la espontaneidad, no es en absoluto dependiente de este cambio vital. Este momento de su vida es cuando quizás más debería potenciar estas habilidades en su trabajo, pues tiene ya experiencia y confianza en desarrollar nuevas ideas.
Relaciones sexuales
Otros de esos famosos síntomas que se suelen englobar en el espectro de la menopausia suelen ser la dificultad para conciliar el sueño o la falta de lubricación durante el acto sexual.
Bien es verdad que la bajada de estrógenos provoca una disminución del flujo sanguíneo que se dirige a la vagina y la vulva. Esta disminución es una de las principales causas de disminución de la lubricación vaginal y disfunción sexual en mujeres menopáusicas. Pero no todas las mujeres tienen por qué experimentarlo ni tampoco todas tienen que tener un grado severo de afectación. Pero en caso de tenerlos, no hay que desesperar. Estos síntomas suelen responder muy bien a tratamientos con estrógenos a nivel local, pudiendo disfrutar de forma plena de su vida íntima. De nuevo resulta fundamental una buena educación sexual desde adolescentes para saber qué le ocurre al organismo y ponerle solución.
Insomnio y sofocos
La dificultad para conciliar el sueño ha de enfocarse de forma multifactorial. Son trastornos que aparecen entre el 30-40% de la población menopáusica, pero no dependen exclusivamente de los cambios hormonales. Los sofocos pueden aumentar el riesgo de depresión e inducir alteraciones del sueño, y a veces para controlarlos de forma adecuada se tiene que dar un tratamiento médico. Además, dentro de la población con trastornos del sueño se identificaron en casi el 50% de las mujeres otras patologías que lo provocaban, como apnea del sueño o síndrome de las piernas inquietas.
Feminidad
Avanzando en este mundo de mitos y desafíos, llegamos al plano de la feminidad, de la belleza. No es raro, y perdonen por lo descriptivo, escuchar algún comentario del estilo “la menopausia significa el marchitar de la mujer”. Simplemente el hecho de pensarlo saca a relucir la falta de sensibilidad acerca del asunto que nos atañe. Desde el punto de vista biológico, la regulación hormonal y el propio desarrollo del proceso se podría considerar hermoso y tan altamente complejo que desde la biología y la medicina a veces resulta difícil de comprender.
Pero no todo hay que elevarlo a la potencia de lo biológico. Citando a Platón, la verdadera belleza se encuentra en el alma humana, a la cual solo se accede a través del conocimiento. Para él, iba de la mano de la verdad y la bondad. ¿Y qué mejor momento para desplegar todo el conocimiento que cuando el alma humana llega a su plenitud? La mujer con la menopausia no está marchita, está más floreciente y hermosa que nunca.