El aprendizaje-servicio es un enfoque educativo cuyo objetivo es desarrollar un proyecto en el que sus participantes aprenden a trabajar sobre una necesidad o una problemática real en un entorno concreto y colaborando con agentes reales. Hasta hace unos meses las vecinas y vecinos del barrio de Comillas no habían escuchado nunca hablar de este concepto, ni de su abreviatura ApS. Hasta hace algo más de un año tampoco sabían que el Parque de Comillas iba a ser el principal perjudicado por una necesidad histórica en el barrio: la construcción de una nueva línea y estación de Metro. Esta circunstancia ha trastocado la cotidianeidad del barrio y lo ha puesto en el punto de mira de los medios, urbanistas, ecologistas, sociólogos, politólogos y, en definitiva, de diversos colectivos interesados en el espacio urbano y en las personas que lo habitan.
Y precisamente esta circunstancia, que se ha llevado a cabo de una manera desacertada por parte de sus responsables políticos, ha convertido al barrio de Comillas en el objeto y agente de uno de los proyectos ApS desarrollado por estudiantes del grado en Derecho y Ciencia Política y Administración Pública de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) en colaboración con estudiantes de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM).
El pasado mes de octubre, estudiantes de estos cursos iniciaron su proyecto con un paseo-deriva por el barrio, en el que fueron acompañados por la asociación vecinal y por las familias del AFA del CEIP Perú. Tras este primer contacto, los diferentes grupos de estudiantes se adentraron en el estudio de la problemática del barrio, para lo cual se les asignó un actor o grupo de interés concreto (asociación vecinal, asociación de familias-AFA, asociaciones de comerciantes o partidos políticos) dentro del barrio para comprender su punto de vista. De esta forma, han podido analizar cuáles son sus intereses, lógicas de acción, dificultades y perspectivas. Así, el estudiantado ha podido realizar un completo análisis del entorno y, en función del mismo, proponer una serie de actuaciones que ayuden a mitigar algunos problemas y generar cambios y actuaciones de mejora del barrio, de las relaciones y del trabajo en común de los diversos colectivos que actúan sobre él.
Una parte del alumnado participante en el proyecto aceptó la invitación que las asociaciones vecinal y de familias del colegio les realizaron para intervenir en la I Jornada de Historia y Memoria de Comillas en el mes de febrero. En su intervención expusieron en líneas generales los objetivos de sus trabajos y aportaron un punto de vista sobre el barrio y su problemática que fue muy valorado por las personas asistentes, entre las que se encontraban representantes políticos, profesorado y, sobre todo, los colectivos vecinales. Se trataba de una nueva mirada desde un agente externo y joven, que aportó un conocimiento especializado para afianzar los diagnósticos avanzados por los agentes del barrio. Además, la implicación del alumnado se extendió, al aceptar la invitación de la A.V. Parque de Comillas para que en una sesión explicaran al vecindario su trabajo y sus conclusiones, el pasado 20 de marzo: Leyre Quílez, Carlos Bartolomé y Claudia Camacho, junto con la profesora y responsable de estos grupos, Moneyba González Medina, organizaron la charla informativa Por un Comillas bien pensado.
La valoración que hace el estudiantado y profesorado de la UAM de esta experiencia ha sido muy positiva. Por un lado, este proyecto ha ayudado a conectar la universidad con el territorio, devolviendo a la sociedad el conocimiento y la fuerza de su comunidad. En este sentido, el nivel de implicación ha sido extraordinario, demostrando el valor que tiene “aprender prestando un servicio a la comunidad”. Por otro lado, los análisis llevados por los grupos de trabajo han puesto de manifiesto que detrás de cada política pública hay narrativas enfrentadas, identidades en juego y ciudadanía organizada que resiste y propone. Caminar por las calles del barrio y hablar con sus vecinas y vecinos ha permitido observar de cerca las consecuencias de una planificación urbana que ignora a quienes habitan en los espacios afectados por las intervenciones.
La conclusión general es que la identidad colectiva y la cohesión vecinal son herramientas clave frente a las decisiones impuestas desde las instituciones. La colaboración con las asociaciones locales ha enseñado que la ciudadanía, cuando se articula desde lo local, tiene un poder transformador real. Ahora bien, también es cierto que la organización, participación y movilización vecinal no han logrado frenar el deterioro del barrio, que con los años ha sufrido un declive evidente. La realidad es que no basta con señalar lo que no funciona, sino que hay que entender cómo se vive, qué se necesita realmente y qué papel juegan los distintos actores en todo ello.
El barrio necesita una intervención urgente, tanto simbólica como real. Durante años, se han puesto parches sin una visión de conjunto. La falta de planificación, sumada a la gran obra del metro, ha agravado los problemas existentes. Hoy el barrio presenta aceras en mal estado, mobiliario urbano escaso y deteriorado, calles poco accesibles, infraestructuras sucias y ruinosas, fachadas abandonadas, iluminación deficiente y desigual, y una red de transporte público interna prácticamente inexistente. No se trata solo de arreglar lo visible. Se trata de reconocer el valor de la comunidad, de escuchar sus propuestas y de actuar con decisión. Este barrio no necesita promesas, necesita hechos. Y esos hechos deben partir de una mirada que entienda que la ciudad se construye desde abajo, desde quienes la habitan cada día.