Dos jovencísimas escritoras del Distrito

Tenemos el placer de ofrecerles los dos trabajos ganadores del III certamen de Relatos Cortos Infantiles y Juveniles de Carabanchel Alto

Una nueva edición del Certamen de Relatos Cortos Infantiles y Juveniles de Carabanchel Alto, y ya vamos por la tercera. En esta ocasión han sido casi 100 chicas y chicos los que han participado, partiendo del tema “Filomena”. De nuevo, la selección sobre los relatos finalistas ha estado muy reñida, y finalmente los premiados han sido: Relato infantil, Una Filomena inolvidable, de Claudia Plaza Alvaredo, bajo el seudónimo de “Pilla”; Relato juvenil: El cumpleaños nevado, de Helia Montalbán Leo, bajo el seudónimo de “Sibila Castinguer”. Desde la Asociación de Vecinos de Carabanchel Alto queremos agradecer al jurado de este año su estupenda labor e implicación, y a la Biblioteca Pública Luis Rosales su colaboración y asesoramiento. Y a todas y todos los participantes, animarles para la cuarta edición del año que viene. Saludos cordiales, a leer y a escribir.

 Una Filomena inolvidable 

'Pilla' (Ganadora infantil)

Nos lo venían avisando, iba a ser la nevada más grande en Madrid, pero hasta que no me levanté por la mañana y vi que todo mi barrio era un enorme manto blanco, ¡no me lo podía creer!

Mi padre y yo llevábamos días comprando equipación para el temporal, pero a pesar de anticiparnos mis botas de nieve nunca llegaron; así que me tuve que poner las de mi madre. Estuve toda la mañana pegada a la ventana con mi hermano, ¡no me lo podía creer, cada vez nevaba más! Así que no podía aguantar más: convencí a mi padre y nos lanzamos a la gran aventura.

Por fin estaba en la calle, iba tan contenta y tan emocionada que cuando me quise dar cuenta la nieve me llegaba a las rodillas. Mi padre y yo nos alejábamos de casa poco a poco con mucha dificultad, y lo que iba a ser una divertida mañana de nieve no lo fue tanto, os cuento:

Perdí de vista a mi padre, me adentre más y me caí en la nieve por un gran y profundo hoyo en el suelo. Estaba asustada, pero de repente me sorprendí mucho al ver a mi amiga Luna, que también se cayó. Luna me explicó que había empezado a hacer un túnel para poder escapar, así que me puse a ayudarla, con la mala suerte de toparme con una caca de perro, “qué peste”. A pesar de ello seguimos escarbando, y nos encontramos a Iker, un amigo del barrio, que le había pasado lo mismo. Iker estaba comiendo y nosotras estábamos hambrientas de tanto cavar, así que nos pusimos a comer todos juntos.

Continuamos la excavación y nos encontramos con Javier, otro amigo del barrio y amigo del colegio, el cual había acabado enterrado al lanzarse con un plástico por una ladera. Tras pasar un buen rato apartando nieve, caímos exhaustos de cansancio.

Yo gritaba, Luna lloraba, Iker comía y Javier pensaba. De pronto Javier gritó: “Ya lo tengo: llamaremos a mi perra. Ella nos encontrará”. Se puso a silbar y los demás a gritar su nombre. En seguida dio resultado: empezamos a oír sus patitas escarbando y a ver la luz del sol, ¡por fin éramos libres! Al salir, estaba la perrita y la mamá de Javier, los padres de Iker, la mamá de Luna y mi padre. ¡Todos nos abrazamos!

Ay, Filomena, Filomena…

FIN

 

 El cumpleaños nevado 

'Sibila Castinguer' (Ganadora juvenil)

—¿Mañana es el cumpleaños de la abuela, ¿verdad? —preguntó Cristina.

—Sí, cariño, es mañana; ¡cumple setenta! —le contestó su madre.

—¿Y cómo lo vamos a celebrar?

—Pues no lo sé, porque acaba de salir en la tele que dan nieve para mañana

—¡No me digas! ¡Justo en el cumpleaños de la abuela!

—Es una faena, lo sé, pero no pienses en eso, Cristina. Venga, vamos a la cama, que mañana te esperan muchas cosas nuevas para las que requieres un montón de energía.

Cristina se metió en la cama, se tapó con el edredón celeste de plumas y dejó la persiana subida para poder observar la calle desde la habitación. Veía cómo cada diminuto copo de nieve resbalaba sobre el cristal, hasta que caía en el alféizar de la ventana y se iba amontonando con el resto. Pensaba en muchas cosas, pero en lo que más, en su abuela, en cómo celebrarían su setenta cumpleaños, en cómo le decoraría la tarta, en cuántos regalos le harían… Y entre su imaginación desbordada, sus párpados pesados, la agradable textura del edredón y el suave pero intenso olor a mojado, se quedó dormida.

Despertó a la mañana siguiente, con un suntuoso paisaje nevado nada más abrir los ojos. Se levantó de la cama con una extraña mezcla de emociones. Se sentía muy feliz, porque hacía mucho tiempo que no veía la nieve, pero a la vez estaba muy triste por no poder celebrar el cumpleaños de su abuela.

—¡Mamá! ¡Saca los ingredientes de la tarta de chocolate, que le vamos a hacer una a la abuela, se la llevaré en trineo si hace falta! —gritó Cristina por toda la cocina.

Cristina y su madre se pusieron manos a la obra: primero hicieron la masa, después la metieron en un molde con forma de corazón, hornearon la tarta y, por último, Cristina escribió la palabra “Abuela” adornada con estrellas en el centro.

—¡Vamos a casa de la abuela! ¡Llamaré a los tíos para que vayan a celebrar su cumpleaños conmigo! —exclamó Cristina, satisfecha con su trabajo—. ¡Así también le podrán llevar sus regalos!

—Pero si no podemos —le respondió su madre—. Están las calles llenas de nieve y no puedo sacar el coche del garaje para ir a casa de la abuela

—Bueno, pues entonces iremos en trineo, aunque tardemos dos horas en llegar. ¡Es su cumpleaños y no me lo pienso perder!

Cristina se calzó las botas, se puso unos pantalones y una chaqueta abrigados, cogió un trineo que algunas veces habían usado para jugar en la nieve y salió de casa cargada con la tarta de chocolate en una bolsa.

—¡Ya estamos! Llama al timbre, ¿a qué esperas? —exclamó la madre de Cristina cuando ya se encontraban al lado de la puerta de la casa de su abuela.

Cristina subió las escaleras a todo correr. Estaba tan nerviosa que hasta podía escuchar el latido de su corazón.

Abrió la puerta y ahí estaba su abuela, con una inmensa sonrisa dibujada en la cara.

—¡Muchas felicidades, abuela!

—¡Muchas gracias, cariño!

Las dos se fundieron en un tierno y cálido abrazo, que duró mucho tiempo, aunque para ninguna de las dos fue el suficiente.

—Te he preparado esta tarta de chocolate, ¿te apetece?

—¡Ni te lo imaginas!

Toda la familia le cantó el Feliz cumpleaños a la abuela, mientras se comían un pedazo de tarta de chocolate con una de las letras de la palabra “Abuela” escrito en él.

—¡Muchas gracias a todos! ¡Sin duda ha sido el mejor cumpleaños de mi vida! —exclamó la abuela.

—¿A pesar de la nieve? —bromeó Cristina.

—¡Sin duda alguna! ¡Filomena me ha traído un más que fantástico regalo!

FIN


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