La propuesta del centro musical inclusivo de Villaverde formó parte de la programación del Festival Visibles
Casi dos horas y media de concierto. Temas de Radiohead, Coldplay o Aerosmith, y también de Melendi o Sebastián Yatra, entre otros. En el escenario más de una veintena de jóvenes de la escuela pionera de música inclusiva Arquitectas de Sentidos, en Butarque. Esto quiere que, en cada tema, o bien al teclado, a la batería, a la guitarra o a las voces, había personas con y sin discapacidad “que han ensayado mucho y muy duro para ofrecer más de dos horas de buena música”, según explica Begoña González de Garay, fundadora de esta escuela y musicoterapeuta.
La actuación formaba parte de la programación del Festival Visibles, que esta edición cumple nada menos que diez años. Su director, Javier Crespo, explica que cuando presentaron el festival “no pensamos que fuéramos a llegar tan lejos”. “Había compañías que llevaban treinta años trabajando la inclusión desde las artes escénicas y apenas se les conocía, había que dar visibilidad a sus creaciones”, asegura. Hoy, se muestra convencido de que se ha avanzado mucho “pero todavía queda mucho camino por recorrer”.
Begoña por su parte no puede estar más orgullosa de su alumnado. “Son personas con diferentes capacidades que han ensayado todo este curso en pequeños grupos con personas sin discapacidad, y esto es muy enriquecedor para todos”, cuenta. Algunos tienen daño cerebral, otros trastorno del espectro autista, otros discapacidad motora, y todos tienen en común el talento. “La evolución es tremenda. Todo el equipo comentamos que, viéndolos actuar ante el público, en un escenario de verdad, es cuando notamos que han adquirido más coordinación, que tocan mejor y que sienten la música”, asegura emocionada Begoña.
Por una cultura accesible para todas las personas
Ella tiene palabras de agradecimiento hacia el festival y la Sala Tarambana, en Carabanchel, por acogerles nuevamente, ya que no es el primer año que han sido seleccionados. También se siente muy satisfecha del trabajo realizado por todo el equipo de su centro de educación musical inclusiva, compuesto por personas expertas en musicoterapia, psicología, pediatría, neurología o fisioterapia, entre otras disciplinas. De hecho, Manuela Junquera, musicóloga y educadora musical, estuvo en el escenario asistiendo a las y los participantes, y tocó el ukelele, la guitarra, el saxo y… hasta puso la voz a varios temas. Una jornada realmente emocionante para ella porque, además, uno de los presentadores de la actuación es su hijo Dani, que tuvo un ictus con pocos meses de vida y tiene daño cerebral, igual que otros participantes.
Javier cuenta un sueño que tiene: “que cuando acabe el festival podamos programar actuaciones de todos estos grupos, sin tener que hablar de teatro o danza accesibles, sino que sea un espacio diverso sin más, sin tener que decir que hay personas sordas o ciegas”. El mismo sueño comparte Begoña. “Que la gente vea en el escenario a artistas, gente que transmite sensaciones, que emociona con su arte, sin más”. Mientras tanto, asegura, seguirán trabajando por la inclusión, incansables, con ilusión, hasta que ese día llegue.
