Hace 40 años, gracias a una gran reivindicación vecinal, nació el Parque de las Cruces. Fueron años de lucha y de un gran esfuerzo de la A.V. de Carabanchel Alto y de los vecinos que plantaron los primeros árboles y columpios allá por 1980. Fue inaugurado por el entonces alcalde, Enrique Tierno Galván, en una gran fiesta popular en 1983. En la actualidad navega sin rumbo, entre una maraña de contratas privadas que no tienen relación entre sí y le están causando un daño enorme del que tardará muchos años en recuperarse, si lo hace.
¿Cómo se ha llegado a esta situación? La reducción de dinero y personal que ha supuesto el último contrato integral, así como la fórmula de no fijar una cantidad de personal mínimo, ha llevado a la degradación progresiva de las zonas verdes de Madrid, y muestra de ello es el parque.
El arbolado y las zonas verdes se supervisan desde la Dirección General de Gestion del Agua y Zonas Verdes, que depende del Área de Gobierno de Medio Ambiente y Movilidad. Viendo las actuaciones de estos últimos siete años podemos afirmar que no debe de haber un plan de gestión o director definido. Es vital que un técnico lo desarrolle con objetivos anuales y periodos de revisión cada cuatro años, si no el futuro de este parque va a ser ir disminuyendo la masa arbolada adulta y poca reposición joven, que tardará de 15 a 20 años en alcanzar lo que hemos perdido.
Además, la tasa de reposición de arbustos y matorrales es prácticamente nula. Las plantaciones anuales del Distrito condicionan mucho lo que debería ser una constante reposición continua. Este año sin ir más lejos solo han plantado 17 árboles en las casi 50 hectáreas que ocupa el parque, menos que en el año 2016, que fueron 20. Pero si lo pensamos bien, es mejor así: para qué aumentar el arbolado si luego no se dispone de recursos para regarlo y mantenerlo.
El lago depende de la Dirección General de Vías y Espacios Públicos, y lleva cuatro años consecutivos vaciándose por la aparición de un alga que los técnicos no saben frenar y está causando una pérdida de biodiversidad impresionante. Recordamos con tristeza que aquí se veían cormoranes en invierno, fochas, gaviotas y una gran cantidad de anátidas y aves que ahora ya no están. Y vaciar esta lámina de agua supone un gasto que con la emergencia climática actual no nos podemos permitir.
Otro tema es la limpieza, muy deficiente. La recogida de las papeleras deja mucho que desear, y como haya restos de botellón o residuos de comidas y/o cumpleaños en otras zonas se pueden tirar semanas sin recoger. La limpieza de las zonas deportivas es deprimente: la basura se puede acumular en las papeleras y en la entrada a estos recintos semanas completas. Por supuesto es otra contrata distinta la que realiza este mantenimiento. Las papeleras y bancos también merecen un capítulo aparte: da vergüenza ajena cómo están.
Lo último que nos faltaba este año es la ausencia de riego de estas últimas semanas. Nos dicen que es debido a una avería producida por el soterramiento del tendido eléctrico que cruza el parque. Grandes praderas se están secando, y muchos árboles, si esto se mantiene así, no llegaran a septiembre o quedaran muy debilitados con el verano tan caluroso que nos espera.
Puntualizar un tema de esta obra: el apantallamiento de los cables de alta tensión. Hay una normativa que así lo exige para que los campos magnéticos no causen daños en la salud a niños, embarazadas y personas de riesgo. En principio estamos encima de ello, pero parece que, según expertos, podría haber ciertos protocolos que no están cumpliendo, uno de ellos la profundidad a la que hay que hacer las zanjas.
El mantenimiento y conservación del parque supone una acción que precisa la actuación coordinada de diferentes Administraciones y entidades. Es necesario asegurar la coherencia de métodos y sistemas para conseguir resultados óptimos. Esperemos que las generaciones venideras puedan disfrutar otros 40 años de él.
