“Estamos muy contentos porque hemos estrenado los mismos toldos que se van a ver en la Puerta del Sol de Madrid y que en Ciudad Real se han podido apreciar días antes, siendo similares a los que está montando el Ayuntamiento de Madrid en pleno centro de la capital de España”. Así se expresaba el alcalde respondiendo a las críticas autóctonas. Si en Madrid los ponían, ¿por qué no los vamos a colocar nosotros?
No se trata solo de sombrear. Frente al cambio climático, se debe trabajar sobre estrategias integrales a medio y largo plazo. Barcelona, por ejemplo, ha puesto en marcha la iniciativa “Barcelona ciudad de sombra”, como parte de su Plan Clima. El objetivo es afrontar un nuevo reto urbano: cómo crear sombra de calidad en espacios públicos donde no se puede plantar vegetación. Para ello, se han buscado soluciones creativas y sostenibles que permitan generar sombra de forma temporal y adaptable, aplicándolas a las calles convencionales, las zonas de juegos infantiles y las grandes superficies abiertas.
Aquí, se celebró el concurso “Piensa Sol”, cuyo resultado es la reforma actual, que tuvo que esperar a 2020 para ejecutarse. Las prioridades eran: ordenar la plaza, despejando el mayor espacio posible en el centro para permitir la contemplación de las fachadas y la celebración de actos multitudinarios. Aunque sin perder de vista que Sol era, principalmente, un espacio de tránsito.
Fue tras finalizar la reforma cuando el Ayuntamiento se enfrentó a la realidad y comenzó a trabajar en soluciones para mitigar el calor. Así, la respuesta ha sido fruto de la improvisación a la que los gestores políticos nos tienen acostumbrados. Y con ella llegaron el resto de los vicios: la contratación acelerada, sin concurso, del equipo que diseñe una solución; la valoración más precipitadamente si cabe, siendo conscientes de que el precio final seguiría la regla del 1/3 (el valor inicial triplicado); y por último, la demolición de parte de lo que se acaba de construir.
Aun con todo lo anterior, agradezcamos la labor de los arquitectos. Enfrentarse a un proyecto en uno de los espacios más protegidos no es nada fácil, siendo Bien de Interés Cultural y uno de los emblemas de la ciudad. Pero el urbanismo que se hace con cabeza y paciencia suele ser el que mejor responde a las necesidades reales de una ciudad y sus habitantes.
Con cabeza implica pensar en el largo plazo, integrar múltiples disciplinas (arquitectura, sociología, ecología, movilidad…) y tener en cuenta el contexto histórico, cultural y climático del lugar. Es un urbanismo que escucha a la ciudadanía y se adapta a sus formas de vida. Y la paciencia permite revisar, corregir y mejorar. No todo se puede resolver de inmediato, y muchas veces los mejores resultados vienen de procesos iterativos y colaborativos, donde se aprende de la experiencia.
Pero estas ideas, o parecidas, no calan. Así que, estimados gestores de Madrid, puestos a seguir improvisando, la próxima vez pídanle las sombrillas a Mahou… y unas cervezas de paso.
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