Podemos observar cómo estos últimos días se ha hablado de la violencia en el futbol, o la violencia de género o la violencia ante la injusticia gubernamental. Habría que analizarlo desde un aspecto personal, institucional, y cultural.
En el aspecto personal, podemos destacar que es desde la frustración y el resentimiento, la falta de futuro y de esperanza, donde tenemos el germen. Solo se necesitará la chispa para que la mecha se encienda, se propague y generalice. Las situaciones de frustración son muchas y variadas, y desde luego no depende de la renta, pues, por ejemplo, una persona con muy poco puede que esté totalmente satisfecha, en cambio otra que tenga de todo puede que se sienta vacía y hueca. O viceversa. Es sabido que no solo se da la violencia en personas con grandes carencias, sino también en aquellas de infinitas posibilidades. Resumiendo: en lo personal, la violencia tiene que ver con el grado de satisfacción con uno mismo y con los demás.
Por otro lado, sabemos de la falta de satisfacción hacia los ciudadanos que emana de las instituciones y lo que se espera de las mismas. Parecen no preocupadas por resolver las dificultades, aunque su esfuerzo se centre en hacernos creer que es su prioridad. Podemos ver una mayor atención hacia la gente una vez que nos acercamos a las elecciones. Aunque su equilibrio es un tanto difícil, por cuanto necesitan los votos para perpetuarse en el poder, y por otro lado tienen la presión omnipotente de lo que ellos llaman mercados, que no es más que el capital. Y que desde luego son sus amos.
Por otro lado, sabemos de la falta de satisfacción hacia los ciudadanos que emana de las instituciones y lo que se espera de las mismas. Parecen no preocupadas por resolver las dificultades, aunque su esfuerzo se centre en hacernos creer que es su prioridad. Podemos ver una mayor atención hacia la gente una vez que nos acercamos a las elecciones. Aunque su equilibrio es un tanto difícil, por cuanto necesitan los votos para perpetuarse en el poder, y por otro lado tienen la presión omnipotente de lo que ellos llaman mercados, que no es más que el capital. Y que desde luego son sus amos.
También tenemos el aspecto cultural, y dentro de la cultura occidental y de nuestra historia está muy enraizada la violencia como respuesta consecuente y coherente para resolver todo conflicto. Tanto en el cine como en la misma educación se muestra que ante la violencia hay que responder con violencia. Desde luego, con estos antecedentes culturales, institucionales y personales está difícil el resolver nada. Cómo no van a
surgir fascismos, nacionalismos y radicalismos de toda índole, y cómo no se van a expresar éstos en el futbol, en la política, en la calle, en la familia.
Ahora es en el fútbol, una plataforma de propaganda sin igual, donde se actualizan los enfrentamientos de distintas facciones que ya creíamos superados.
Desde luego, aplaudimos la respuesta de determinados clubes de futbol por poner límite a la violencia de los estadios, aunque parece tan generalizado y grave que no resulta más que un maquillaje de cara a la opinión pública. Como aspecto positivo e interesante, se comprueba que está naciendo una sensibilidad nueva en la gente, que no tolera la violencia, que no quiere la guerra, que quiere bienestar para todos, y no para unos po-
cos; que no entiende y admite la abundancia de unos, mientras haya millones de personas pasando hambre y con dificultades; que no entiende que no se atiendan las penurias de las personas, que la justicia no sea igual para todos. Que sea un “error” muy grave nacer en determinados países o lugares, pues no te vas a poder desarrollar, solo
podrás sobrevivir. Por tanto, rescatamos esa sensibilidad que sí va creciendo y, parece, habrá de alumbrarnos otro mundo distinto al que conocemos hoy en día.