¿Qué son las ‘calles abiertas’? accesibilidad de Carabanchel

Celebrada la 1ª Jornada sobre la Accesibilidad de los Espacios Públicos de Carabanchel
BEATRIZ PONTE SUÁREZ

El pasado 16 de junio tuvo lugar el primer evento “Calles Abiertas” en Carabanchel, en concreto en la plaza de Oporto y las calles que lo rodean, que pertenecen a los barrios de Opañel, San Isidro, Vista Alegre y Puerta Bonita.

Para quienes no hayan oído hablar de la actividad, fue organizada desde la Mesa de Urbanismo del Foro Local de Carabanchel, con la colaboración de la Mesa de Diversidad, Dependencia y Autonomía Personal, y consistió en un paseo para analizar la situación de la accesibilidad de las personas con diversidad funcional en los espacios públicos, contando con la grandísima ayuda de las y los participantes.

Muchos de los que estáis leyendo estas líneas os preguntaréis el porqué del nombre de la actividad:


“Calles Abiertas”, como si acaso las calles pudieran ser cerradas. Y sí, lo son. Son cerradas y eso las hace privadas, privadas de libertad según para qué personas, como aquellas con diversidad funcional, ¿o realmente podemos hablar de que un espacio es público si realmente no facilita el paso a todas las personas independientemente de sus condiciones?

Durante la jornada, se tomaron datos de las aceras, los cruces, las paradas de transporte público, las plazas de aparcamiento reservadas, el acceso a locales comerciales y públicos, etc., atendiendo a un protocolo de puntos de inspección. A la vuelta de verano celebraremos una segunda jornada, donde haremos una recopilación de las experiencias y los resultados de la actividad con la intención de crear un mapa colectivo de la accesibilidad de las zonas públicas visitadas.

Algunos testimonios

Como aún queda tiempo para ello, os quiero dejar algunas anécdotas de nuestras asistentes, para que os hagáis una idea aproximada de la problemática que hemos encontrado.

Teresa, que desde hace tres años depende de unas muletas para moverse, aunque siempre ha tenido problemas de movilidad, lleva más de 50 años viviendo en Carabanchel. Es testigo de cómo la mayoría de comerciantes de la zona sienten poca empatía hacia ella y hacia otras personas con movilidad reducida, ya que justifican la falta de accesibilidad de sus establecimientos en que la mayoría de la gente no tiene este tipo de dificultad.

Belén, otra vecina de nuestro barrio, ha observado que la accesibilidad de Carabanchel solo existe —o casi— en las calles principales como General Ricardos o avenida de Oporto, pero ésta desaparece según nos adentramos en el callejero, encontrando multiplicidad de barreras arquitectónicas, como empinadas cuestas, aceras que no llegan a un metro de ancho, adoquines levantados, bolardos o señales que impiden el paso; y sumado a esto, una enorme falta de mantenimiento. Coincide con Teresa en la falta de conciencia y empatía por parte de las personas y comerciantes sin movilidad reducida.

Marina, que se mueve en una silla de ruedas motorizada a causa de la poliomielitis, se ha fijado en las extrañas y aleatorias texturas del pavimento de la avenida de Oporto, las cuales podrían haberse aprovechado para facilitar la movilidad a personas con discapacidad visual, indicando caminos o delimitando zonas.

Sole, Toñi y Conchi reconocieron que tuvieron que andar con mucho cuidado, ya que con el mal estado del pavimento tuvieron algún que otro resbalón con las muletas. Si algo destacan entre las tres es la inaccesibilidad de los establecimientos comerciales y lo mal que las trataron en un conocido bar de la plaza de Oporto.

Por último, Carmen, que habitualmente hace uso de sus muletas para moverse por el barrio, optó por subirse a una silla de ruedas que tenía de repuesto. Si ya de por sí era difícil moverse para ella, la silla lo hacía aún más complicado. A pesar del mal estado del viario y la falta de accesibilidad de las tiendas, bares y portales, lo que destaca Carmen es la actitud de las personas que tiran basura fuera de los contenedores, de los comerciantes que dicen “no atendemos a personas que...” —sí, terminando así la frase, al darse cuenta de lo que estaban a punto de decir— y de los conductores que aparcan sobre la acera con la excusa de que “es solo un minuto”, cuando Carmen no deja de ser coja durante ese minuto.

Para Carmen y todas las demás, subir una cuesta es deporte de alta montaña, cruzar de una acera a otra las obliga a poner toda su atención y cuidado para no volcar o resbalarse, y buscar un bar con entrada y baño accesible para tomar una caña tranquilamente supone un paseo desesperante.

Nuestras calles son ‘cerradas’

Si tuviéramos que sacar una conclusión de esta actividad contando solo con los testimonios de estas compañeras y de José Antonio, nuestro compañero con discapacidad visual, es que nuestras calles son “cerradas”. Las cierran los bolardos que nos impiden pasar, los coches mal aparcados, los establecimientos comerciales sin rampa, las rampas de los autobuses que no funcionan, los semáforos sin sonido y un larguísimo etcétera. ¿Qué son, por tanto, las “calles abiertas”? Las calles que no limitan a la gente, las calles accesibles.

Con “Calles Abiertas” hemos tratado de sensibilizar a la gente de que necesitamos abrir nuestras calles, y lo hacemos de la mano de las mejores analistas posibles: las personas que sufren su falta de accesibilidad. Tenemos la esperanza de que actividades como ésta creen conciencia en nuestra sociedad sobre la falta de accesibilidad en el espacio público y de que todas y todos tenemos derecho a movernos y a disfrutar de nuestros espacios públicos.

 

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