HABLANDO DE URBANISMO. Así, bien enjauladas

Nos llega una interesante reflexión de la pluma de Jesús Rubio Sarabia* en relación al cierre de los soportales en la Colonia Juan XXIII (en adelante CJXXIII). A priori, parece una cuestión mundana y para la mayoría de la vecindad puede serlo. Al fin y al cabo, nadie se había preocupado en hacer didáctica sobre el patrimonio carabanchelero. Y lo cierto es que esa colonia residencial, como otras en Carabanchel, tiene mucha enjundia.

La CJXXIII es un gran ejemplo arquitectónico y urbanístico del movimiento moderno para atender la necesidad de una vivienda mínima, respondiendo a la demanda de la migración nacional de la 2ª mitad del siglo XX. El proyecto de la CJXXIII se alejó del modelo habitual de bloques verticales exentos en medio de una parcela. En palabras de María A. Fernández Nieto**: “En el caso de esta colonia el diseño y composición de los bloques viene marcado por los espacios interiores comunitarios que se quieren conseguir. Los bloques se adaptan a estos requerimientos, de tal manera que el espacio resultante no es lo sobrante de la ocupación de las viviendas. Se generan cuatro patios con bloques organizados en U, y al fondo de la parcela, en la zona más alejada del tráfico rodado, un espacio abierto común a toda la colonia, junto a los terrenos del convento de los Marianistas. Su diseño ramificado crea espacios que se gradúan de mayor a menor intimidad. (…). Los recorridos peatonales y la circulación rodada se separan en la colonia”.

Pero las necesidades y deseos de los nuevos habitantes de los ensanches cambiaron, y la 2ª generación de colonias residenciales pasaron a ser cotos cerrados a cal y canto, donde se anula cualquier relación vecinal que no sea entre los propios habitantes de la “isla”. Mientras tanto, la CJXXIII, como el resto de las primeras colonias, intentaba adaptarse a los tiempos cambiantes, casi siempre con la peor suerte.

Y es así que, debido a la desidia administrativa y a la ignorancia de la propia vecindad sobre el valor patrimonial, las sucesivas reformas y rehabilitaciones en las viviendas han ido distorsionando y pervirtiendo el proyecto original, sobre todo de los espacios comunitarios. Se ha tirado casi siempre por el camino de en medio, por lo fácil y cómodo, generalmente por la iniciativa individual, en muchos casos interesada.

Así, la culminación de este proceso ha sido la anulación de los recorridos peatonales de los soportales, amparándose en los supuestos de seguridad y de mantenimiento. Con este “cerrojazo” se está negando el derecho y la servidumbre de paso adquiridos durante 60 años, obligando a circular por las aceras limítrofes con las vías y aparcamientos, lo que no deja de generar dudas sobre la legalidad de estas obras. Por no hablar del posible perjuicio a los locales comerciales.

Han transformado una excelente interpretación del espacio-plaza, rodeado por soportales, por una suerte de zoológico del siglo XIX, donde las fieras se cambian por las personas. Así, bien enjauladas.

*Revista Mi Barrio, de la AVCA, diciembre 2022.
**Tesis doctoral: Las colonias del hogar del empleado. La periferia como ciudad. Madrid 2006

Si quieres que comentemos sobre algún hecho urbanístico que te afecta, escribe a pupu2129@yahoo.es, a la atención de nuestra columna.


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