Carteles en la ermita de Nuestra Señora de la Antigua

El pasado sábado me fui por la vereda de la ermita de Nuestra Señora de la Antigua. En su puerta veo dos carteles. El mensaje de uno salta a la vista y lo vemos frecuentemente en algunos locales. En el otro, con letras más pequeñas, leo una serie de descalificaciones contra algunas personas —dice— que enseñan sin permiso la ermita, concluyendo con una tajante prohibición a estas mismas.

El sello que veo al final del escrito dice: Parroquia de San Sebastián. Entiendo que es el titular de ésta el que se reserva el derecho de prohibir la entrada al templo más antiguo de Madrid.

Dejo la lectura de los carteles y veo a unas personas fuera de la ermita que parecen explicar algo a un transeúnte. Me acerco a ellas y me enseñan decenas de fotos de lo que es y fue el patrimonio histórico de Carabanchel, que yo desconocía.

Me dicen que dedican su tiempo a enseñar desinteresadamente a los vecinos que lo deseen la valiosa herencia de nuestro pasado. Los sábados se dedican a explicar el riquísimo arte de Nuestra Señora de la Antigua. Esto, me dicen, lo hacen desde fuera porque tienen prohibida la entrada para hacerlo dentro del templo. Les pregunto por los carteles y me contestan que las descalificaciones del escrito del párroco están referidas a ellos y a otras personas que explican la ermita, y que no tienen ningún fundamento. “¿No le parece a usted —me preguntan— que prohibiciones y consecuentes expulsiones del templo son métodos no acordes con lo que oímos siempre de la iglesia como la casa de Dios donde cabemos todos?”. “Y el camino que creemos más correcto —me dicen— no son carteles disuasorios, acusatorios y prohibitivos. El camino es la convivencia pacífica, el diálogo y la concordia. Y estas palabras las oíamos nosotros tiempo atrás —añaden— en las predicaciones del párroco dentro de la ermita”.

Después de escucharles, me despido agradeciéndoles su dedicación desinteresada y altruista para dar a conocer la extraordinaria riqueza cultural, histórica y arquitectónica de nuestro barrio y, en especial, el edificio religioso más antiguo de Madrid, del siglo XIII. Y recordando las últimas palabras que he oído, pienso que sí, que el diálogo, y no los vetos de los carteles, es el único camino del entendimiento y de una pacífica convivencia.

(Éste es el testimonio de un vecino que transita frecuentemente por la vereda de la ermita).

Un vecino


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