Los Carabancheles en 2018
Los Carabancheles en 2018

Los Carabancheles en 2018

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BELÉN COFIÑO BRAGADO (MESA DE CULTURA DE LOS FOROS LOCALES DE CARABANCHEL)

¿Qué rayos es esto qué llamamos Carabanchel? Sí, sí, es un distrito del sur de Madrid, hasta ahí está claro. Pero hoy me pregunto: ¿qué más es Carabanchel?

Hace unos días me llamaron para invitar a la Mesa de Cultura de los Foros Locales a participar en un debate sobre la anexión de los Carabancheles a Madrid. Yo algo había oído de la historia, pero el tema me quedaba grande. Sabía algo de que se decidió ampliar Madrid de un plumazo para estar a la altura de las capitales europeas, anexionando los municipios periféricos. Y los primeros anexionados fueron estos dos del sur que tanta población y extensión aportaban al poblacho de Madrid, y hoy que escribo estas líneas se cumplen justo 70 años. La operación se hizo desde las más altas alturas, sin tener en cuenta sus antagonismos tradicionales, porque los de Yuso y Suso siempre se habían llevado mal, según cuentan las crónicas. Pero para complicar el temita en cuestión, leyendo, leyendo, me entero de que el gran distrito de Carabanchel más tarde se dividió en tres, siendo los vecinos de Usera y Latina también originariamente parte de los Carabancheles.

[caption id="attachment_7027" align="aligncenter" width="396"]Los Carabancheles en 2018 29/4/1948: Anexion de Carabanchel Bajo a Madrid[/caption]

Y así me planteo la primera duda: ¿pues qué hacemos hablando solo de Carabanchel, del actual? Si a todos nos afectó aquel decreto, ¿no deberían estar reflexionando con nosotras? Ahí lo dejo, que diría un tuitero que sigo.

Volviendo al asunto, el tema que me corresponde en este interesante debate es la cultura, nada menos. Lo primero que se me ocurre es que tradicionalmente esta comarca siempre estuvo presente en la vida de la corte madrileña, era el sitio de recreo de la aristocracia, cuna del santo patrón, destino de las romerías… Pero algo no ha funcionado bien: mientras los paisajes de Carabanchel decoran las paredes del Museo del Prado, aquí los palacios señoriales se caen a pedazos.

¿Y cómo sería ahora este lugar si no fuera parte de la gran Madrid? Quizás ahora tendríamos una concejalía de Cultura con su presupuesto. Durante la Transición nos hubieran construido un teatro o dos, tendríamos una sala de exposiciones municipal y quizás un museo etnológico. Vista Alegre sería un parque municipal bien bonito. Quién sabe si no contaríamos también con una universidad.

No fue así, la historia es la que es: Carabanchel fue anexionado y su carácter castizo fue una víctima más de un centralismo autoritario. Los otrora fértiles suelos, las zonas de esparcimiento y los campos de cultivo se destinaron a levantar barrios empobrecidos, donde poder amontonar la mano de obra barata. Y por supuesto, no hacía falta destinar fondos a la cultura: los que quisieran ver algo, que cogieran el 35.

Pero los vecinos y vecinas de Carabanchel no se resignaron a contemplar la degradación de los barrios; se organizaron pronto movimientos vecinales, a cuyo amparo surgió la cultura de barrio que conocemos hoy, la cultura del grito. Decir Carabanchel es decir reivindicación. En las calles, en las paredes en ruinas gritan los pintores sin lienzo, en los escenarios célebres rockeros se desgañitan; la carabanchelera fue una cultura desgarrada, y si tenía aspiraciones de ser reconocida, se veía obligada a salir del barrio. Aquí no se podía llegar a nada.

En los barrios periféricos de Madrid hubo años muy grises, en los que se perdieron vidas; años de pobreza en los que ni una peseta llegaba de la plaza de la Villa para Cultura. Y aun entonces en Carabanchel se seguía luchando por ella: música, cine, teatro, creación. Soñadoras que organizaban festivales de cine, emprendedoras y emprendedores que abrían salas de teatro, de música, demostrando que el arte y la cultura requieren que personas con coraje apuesten por mantenerla viva y que lo privado no quita lo valioso.

Y ésa ha sido la fortuna de Carabanchel, la herencia que hemos recibido los que hemos aterrizado aquí en los últimos años, algunas desterradas del centro porque estorbábamos a las inmobiliarias, otros buscando precios asequibles, gentes de otros países y culturas algo despistados, en busca de un hogar, pero con mucho que aportar a los Carabancheles.

Una herencia de 70 años que ya, en el 2018, nos hace estar preparados para llenar las calles de esa vida que sale huyendo del centro de Madrid por la gentrificación y que termina en nuestros barrios antiguos y también en los ensanches. Ante nosotras tenemos un nuevo reto: que los que vienen quieran quedarse, que entiendan el barrio como suyo; queremos que a los artistas les entren ganas de salir de sus estudios a poner sus cuadros en la calle; que las vecinas salgan de sus urbanizaciones con piscina a ver teatro en las pequeñas salas, que programan con la ilusión de ver nuevas caras; que acudamos en masa a las veladas poéticas, y llevemos a nuestras hijas e hijos a los centros culturales y a los coles del barrio.

Pero también ha llegado el momento de que los que han estado durante años con el grito y el puño en alto comprendan que empieza una nueva etapa de reflexión y sosiego para que Carabanchel sea de todas.

Y lo último pero no lo menos importante, que las gentes que nos gobiernan desde Cibeles se den cuenta de que la cultura de los barrios es la nueva riqueza de la ciudad.

 

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