editorial
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8 de marzo

8 de Marzo
Queremos destacar la celebración del 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Su origen se remonta a 1911 en EE UU, se extendió también en Europa con las luchas de las mujeres por la igualdad de derechos en el trabajo y el derecho al voto, y desde entonces siguió avanzando.
Destacamos que en la II Guerra Mundial, cuando los hombres se enrolaban en el Ejército y las fábricas necesitaban mano de obra para sostener la industria de muerte y destrucción, las mujeres se incorporaron masivamente al mundo laboral. Una vez terminó la contienda, continuaron trabajando en la industria y, a pesar de la desgracia de la guerra, se dio un paso en cuanto a que la mujer pudo desempeñar funciones que antes no le estaban permitidas, excepto en casos puntuales.
Se anhela una equiparación de derechos reales y la no discriminación. También una protección a las mujeres ante la violencia, pero no solo ante la violencia física, que no se puede permitir de ninguna manera. Las instituciones tendrían que poner sus medios hacia una protección efectiva, pero queremos hablar de la necesidad de superar todo tipo de violencia: psicológica, moral, racial, sexual, económica. Esta violencia la tenemos en la tele y el cine, y está profundamente arraigada.
La lucha de las mujeres por la igualdad de derechos y oportunidades es algo que beneficia no solo a las mujeres, sino también a los hombres: es un deseo de todos. Y ante todo poner al ser humano como máximo valor, sea hombre o mujer. De la misma manera, no se puede poner fronteras ante familias que huyen de la guerra y la miseria, en el caso de los refugiados de Siria y otros países en conflicto. Es una vergüenza para todos, que queremos extender nuestra indignación a este hecho, pues no se pude poner barreras a las personas, ni por su sexo, ni por su raza, ni por su religión.
Por ello, expresamos nuestro pedido de humanidad hacia esa gente que viene hacia Europa. Hay mujeres que sufren, niños y hombres que no debemos dejar a su suerte. Es cobarde, miserable y despreciable azuzar el miedo afirmando que abrir las fronteras es dejar pasar a terroristas.

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