Este poema fue leído en la asamblea celebrada en abril con todas las asociaciones y plataformas de Carabanchel. Hace referencia a una de las peticiones que allí se hacían: que no se ejecute el proyecto de carretera que destruirá el parque de Eugenia de Montijo.
Aquí hubo un parque
Recuerdo.
Yo había dejado el colegio.
Con mis doce años recién estrenados venía al instituto muy de mañana con la mochila y los libros de matemáticas, historia, lengua.
Y venía también con sueño. Y con sueños. Muchos sueños.
Y venía por este camino entre las sóforas, los negrillos, los olmos y los jazmines que me miraban detrás de los setos.
Allí estaban también los columpios, los toboganes, la rueda loca, los caballitos de madera.
Había también un huerto. Las vecinas y los vecinos habían plantado un huerto.
De esto hace mucho tiempo.
Y recuerdo.
Hoy he regresado a la vuelta de los años. Ya no hay parque.
Sacaron toneladas y toneladas de tierra, me dicen, para hacer una carretera de hormigón, asfalto, coches, CO2 y ruidos de motores y de motos.
Talaron los olmos. Desmontaron los columpios, los toboganes y la rueda loca, donde yo jugaba con mis amigas entre risas desaforadas.
Las máquinas excavadoras acabaron con el huerto.
Hoy camino por el que fue mi camino diario del instituto.
Espero al semáforo en verde,
saco de mi bolso una tiza
y escribo con letras grandes sobre el asfalto en forma de epitafio:
AQUÍ HUBO UN PARQUE.
AQUÍ MURIÓ UN PARQUE.
Levanto la vista al horizonte de rojos y de ocasos. Está atardeciendo.
Allí está la iglesia románica del siglo XIII, oculta en un bosque de torres, de pisos, y el cementerio con cientos de tumbas.
Tengo que deciros que lloré aquel día como lloré un día a mi madre. Lloré sobre la tumba del que fue un día mi parque.
Daniel Tamayo
