La manifestación, convocada por diversos colectivos y organizaciones, reclamó el cierre del CIE y la creación de un centro por la memoria de la cárcel de Carabanchel
ROBERTO BLANCO TOMÁS

La marcha partió a las doce del mediodía desde la altura del número 53 de la calle Eugenia de Montijo, donde se ubicaba la antigua cárcel de Santa Rita, lugar en el que se encontraban confinados los presos del bando perdedor de la Guerra Civil que entre 1940 y 1944 construyeron la cárcel de Carabanchel en régimen de trabajos forzados, edificio en el que luego muchos de ellos continuarían su reclusión. El itinerario de la manifestación pretendía seguir el que estos presos hacían diariamente para realizar dicha tarea. Un kilómetro escaso que la marcha recorrió a paso tranquilo, encabezada por una “cuerda de presos”, performance que perseguía simbolizar a estas víctimas de la represión a las que el acto rindió homenaje. Así, recorrimos la calle del General Ricardos hasta desembocar en la avenida de los Poblados, recta final de la marcha hasta llegar al CIE, donde nos fuimos concentrando y dio comienzo el acto final de la movilización poco antes de la una y media del mediodía.
Dicho acto final comenzó, tras el coreo de consignas de rigor, con la lectura de un comunicado de los convocantes, aplaudido por todos, en el que entre otras cosas se exigía “el cierre inmediato del CIE de Aluche y la puesta en libertad de las personas allí detenidas, que no han cometido ningún delito; y que les sean reconocidos plenos derechos a todas la personas migrantes”, así como que en el actual edificio que ocupa este centro se construya el Centro por la Paz y la Memoria que se estaba reclamando.
Hubo un momento muy emotivo cuando internos del CIE, que habían oído el runrún de la manifestación que llegaba a sus puertas, comenzaron a gritar para hacerse oír ellos también por los manifestantes. El silencio de éstos llegó a ser casi absoluto, oyéndose solo los gritos del interior pidiendo libertad, y estoy seguro de que a todos y todas se nos puso carne de gallina.
El acto se cerró con música: primero de un cantautor y después de la Solfónica, que interpretó temas clásicos muy apropiados para el momento, como el Canto a la libertad de Labordeta, La estaca de Lluís Llach, o Vientos del pueblo de Miguel Hernández.