Arturo Prado Lima
Arturo Prado Lima

Poesía, territorio libre de la humanidad

Cuatro poetas colombianos presentan sus libros en madrid.: "La niña que nunca ocupo un columpio", Alejandra Echeverri. "Un sabor acre y conocido", Edgar H. Ramirez Davila.  "Alguna vez, algun lugar", Rodolfo Lara Mendoza.  "Melizza, juntos moriremos menos", Arturo Prado Lima.

Arturo Prado Lima

La poesía debería ser, mejor dicho, es, un territorio donde todo el mundo cabe. Un espacio no negado a nadie, puesto que la poesía, igual que cualquier otra profesión y otras artes, tiene el poder de crear realidades que los lectores pueden concretar a través de sus experiencias cognoscitivas , sociales, humanas y sensoriales.  A la presentación de un libro, de unos libros, tendrían que ser invitados todos y todas. Empezando por nuestros amigos, y aquellos a quienes les gusta la poesía. Pero sobre todo, los invitados especiales a una lectura de poemas deberían ser aquellos seres que no gustan de la poesía y nuestros enemigos o enemigas.

Si el sueño es el lugar común donde pueden dialogar los muertos con los vivos, acariciar a los ausentes, besar al enemigo; entonces la poesía es ese espacio en donde se gestan las semillas de esos sueños, donde crecen, y lo más bello, donde se concretan.

La poesía, lo escribe Alejandra Echeverri, puede domesticar a la noche, y Alejandra lo sabe muy bien porque  es una mujer que siempre ha volado aunque su entorno no haya apreciado sus largos recorridos multidimensionales. Volar es caminar al origen y regresar de él con una respuesta a las necesidades espirituales de la humanidad. Volar hasta el mismo momento en que la mujer era una oruga, esa misma que avanza por la piel con la convicción que nació para ser polvo.

Volar. Y alto, para que ningún disparo te alcance, Alejandra. Ni  trino de Twiteer, alabanza o insulto de Facebook. El rencor mal logrado de aquellos y aquellas que no aprendieron a volar es mortal. Dice Edgar Ramírez, que para que los poetas no se sientan amenazados por un Email, un Messenger, no deben descartar, creo interpretar que eso es lo que Edgar Ramírez trasmite en su poema, otros sitios para esconderse cuando se siente amenazado: Los bares de los extramuros, la contraluz de las cortinas. Es en esos lugares donde los miedos se desnudan sin mirar a los lados, al vecino, al que va adelante, al que viene detrás.

Álvaro Mutis, uno de nuestros poetas mayores, solía refugiarse en los extremos de la vida cotidiana, en los prostíbulos; porque los prostíbulos le daban la oportunidad de llegar al límite de la existencia poética. Todos estos hechos y acciones, que pueden parecer inmorales, y lo son de hecho para quienes habitan territorios deferentes a los que suelen frecuentar los poetas, resultan especiales en momentos determinados, tienen su textura, su color. De esas calles vacías, de esos bares de extramuros suelen surgir grandes retos para generaciones enteras. En esos lugares, dice Edgar,  es donde se puede inhalar al ser amado hasta los huesos. El secreto está, en no esquivar la vida. Rodolfo Lara Mendoza, nuestro compañero de hoy, no solo nos alienta a no esquivar la vida, sino a NO salir ileso de ella. Nos llama a buscar, incluso, la alegría, en nuestra Hiroshima del alma.

Yo lo entiendo. Yo como él he vivido con un solo pan al día, incluso en esta Europa del bienestar. Yo viví, como Rodolfo, esos días de 34 cuadras de la fría Bogotá nocturna sembrada de décimas y séptimas. También creí tener reservada una mujer en cada esquina pero al final terminaba bajo el techo de un hotel barato como alternativa al mutuo desamparo.

Pero hay otras alternativas. Yo siempre quise que nuestros cuerpos sean un territorio de encuentro y de llegada, de siembra y de cosecha. En mi libro, Melizza se columpia y quiere besos, pero hay una niña en el libro de Alejandra Echeverri que nunca ocupó un columpio.  Albeiro Montoya insinúa que ese vacío que deja el vuelo del columpio, es precisamente el poema. Y hay dos visiones, tal vez de aquí y la de allá: a la niña de mi columpio la observan travestis y rumanas. A la niña de Alejandra la observa su madre. Sea como sea, el columpio es un vuelo, un juego, una experiencia vital. Y en este ir y venir ha dejado como raya en el tiempo dos poemas.

En todo caso, la poesía es un territorio libre. Sólo en ella  eres libre. Puedes crear mundos, vivirlos, señalarlos, adormecerlos. Quizá ése sea el mayor legado que puedan dejarles los poetas a las generaciones venideras.

Hoy, que el mundo naufraga en un lodazal sin aparente solución, la poesía está llamada a señalar el camino,  simplemente porque la poesía es el lugar donde nacieron, viven y morirán los universos. Y porque la poesía es tan vasta que en ella cabe todo, absolutamente todo, incluso las más grandes contradicciones, como decía Walt Whitman.

Me alegra este acto de creación. Me alegra haber publicado al mismo tiempo gracias a la generosidad de Turpin Editores. Esta es una muestra de que, a pesar de los cisnes negros, de los malos augurios y de la proclamada  inutilidad de los poetas, la poesía sigue su curso hacia el corazón de Dios porque Dios es el corazón del poema.

¿Tiene la sociedad actual el derecho a exigirle al poeta algo más que un poema? Eso no se sabe. Si la poesía es un territorio libre, no podrán  entrar la mayoría de los habitantes de la tierra. Para que esto sea así trabajan casi todos los sistemas educativos. Para que los vivientes sigan jugando con los dados que de tanto uso ya no se ven los puntos, y sigan jugando en la ruleta donde ya no están los números.

Gracias  Rodolfo por estar aquí, y por  escribir este poema que yo no me atreví a escribir, ese donde le agradeces a esas mujeres que huyen de un marido borracho, y que hoy, y con razón, reclaman de los poetas algo más que un poema.

@arturopradolima

 

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