Cada 26 de septiembre, el mundo conmemora el Día Internacional para la Eliminación Total de las Armas Nucleares, una fecha proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2013 con el objetivo de concienciar sobre los riesgos que representa el armamento nuclear y promover el desarme mundial. En un contexto de tensiones geopolíticas crecientes y modernización de arsenales, esta jornada adquiere una relevancia crítica para la supervivencia de la humanidad. Ahora toca a los pueblos profundizar, intercambiar y resolver en torno al tema para que la historia trágica no se repita y que los equilibrios de poder no se basen en la amenaza, sino en la cooperación.
Las armas nucleares constituyen una de las amenazas más graves para la vida en el planeta. Su capacidad destructiva no solo implica la pérdida masiva de vidas humanas, sino también la devastación de ecosistemas, la contaminación radiactiva prolongada y el colapso de infraestructuras esenciales. A pesar de que solo se han utilizado en combate en dos ocasiones —Hiroshima y Nagasaki en 1945—, su sombra sigue presente en la política internacional.
Actualmente existen más de 12.000 ojivas nucleares en el mundo. El riesgo no solo reside en su uso intencional, sino también en accidentes, errores de cálculo o fallos técnicos que podrían desencadenar una catástrofe global. Además, el debilitamiento de tratados como el de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares y el retiro de EE UU del Tratado INF han generado preocupación por una posible nueva carrera armamentística.
La lógica de la “disuasión nuclear” sostiene que el poder destructivo de estas armas evita conflictos entre potencias. Sin embargo, esta doctrina perpetúa un modelo económico basado en el miedo, la competencia y la militarización, en lugar de la cooperación y el desarrollo sostenible.
Frente a esta amenaza existencial, surge la propuesta del nuevo humanismo o humanismo universalista, impulsado por movimientos como Mundo sin Guerras y sin Violencia. Esta corriente defiende una visión del ser humano como centro de la transformación social, promoviendo la reconstrucción del tejido social en base a principios morales como “Trata a los demás como quieras que te traten”. El nuevo humanismo propone erradicar las armas nucleares no solo desde el plano político, sino también desde la conciencia colectiva. Esto implica educar a las futuras generaciones en valores de respeto, empatía y resolución pacífica de conflictos. La noviolencia no es pasividad, sino acción consciente para transformar el mundo sin recurrir a la fuerza.
La clave para un mundo libre de armas nucleares está en la educación de todos. Las nuevas generaciones no podrán avanzar hacia ese mundo si los referentes sociales, los educadores, los padres no representan el mundo al que se aspira. El cambio deberá ser global y cada cual verá qué es lo que puede aportar, el pensamiento crítico y el diálogo intercultural es fundamental para formar ciudadanos comprometidos con la paz.
El Día Internacional para la Eliminación Total de las Armas Nucleares no debe ser solo una efeméride, sino un punto de inflexión. Es hora de reemplazar la lógica del poder por la lógica del cuidado, y de construir un futuro donde la seguridad no dependa de la amenaza, sino de la cooperación.