Maestra Justa Freire (1896-1965)

¿Qué aporta a la sociedad, al bien común, a la tolerancia, a la educación, al conocimiento suprimir el nombre de la maestra Justa Freire de una calle en Aluche? La sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid desestima los recursos del anterior Ayuntamiento sin que el actual se plantee acción alguna. No hace falta entrar en el debate dialéctico entre la obra de una excelente pedagoga y la actuación de un general traidor a un Gobierno legítimo: que cada cual investigue y concluya las consecuencias sociales de ambas vidas. En este artículo pretendemos señalar quién fue Justa Freire con el fin de mostrar la disconformidad con la decisión de quienes detentan el Poder Judicial.

Nacida en Moraleja del Vino, tras estudiar en la Normal de Zamora y vivir breves experiencias profesionales en Madrid, obtuvo plaza como maestra en 1918, trabajando en la escuela unitaria para niñas de Casillas (Ávila). Con apenas 25 años se incorporó al claustro del Grupo Escolar Cervantes, dirigido por el gran pedagogo Ángel Llorca y vinculado a la Institución Libre de Enseñanza. En este colegio, Justa aplicó las propuestas educativas más innovadoras de la Escuela Nueva, continuó ampliando su formación docente, viajando por varios países europeos becada por la Junta para la Ampliación de Estudios. Entregada completamente a su vocación, reflexionando con rigor sobre su hacer profesional y el estudio permanente fueron tres de los rasgos que caracterizaron a quien realizó aportaciones importantísimas a la renovación educativa en España.

En 1933 fue nombrada directora del Grupo Escolar Alfredo Calderón, donde aplicó las metodologías del Cervantes y las aprendidas en Europa. Durante la guerra, Freire participa en la organización de Comunidades Familiares Educativas junto a Ángel Llorca, desarrollando una experiencia única en la que convivían alumnos y profesores para mantener a la infancia alejada de los frentes. Freire asumió otras responsabilidades relacionadas con las colonias escolares como delegada para la infancia evacuada en la zona de Levante.

Sometida al proceso de depuración del magisterio, expulsada del mismo, condenada en consejo de guerra a 12 años, fue encarcelada en la prisión de Ventas hasta 1941. Freire no cogió un fusil, recriminó la intolerancia y el odio, pero fue duramente castigada por asumir responsabilidades educativas en la República y durante la contienda. En la atestada e infecta cárcel se dedicó a dar clases a las compañeras de presidio, además de organizar un orfeón. En libertad vigilada sobrevivió impartiendo clases particulares y más adelante en el Colegio Británico. En 1952, con la llegada de Ruiz Jiménez a responsabilidades en el Ministerio de Educación, solicita el reingreso, pero choca con la inquina de algunos miembros del Ministerio, a pesar de los testimonios a su favor de personalidades relevantes de la dictadura. Tras numerosas gestiones consiguió reingresar en el magisterio nacional en 1954, siendo destinada en el Grupo Escolar Padre Algué, en Manresa. Insistió en que se reconocieran sus derechos para volver a Madrid, aunque en octubre de 1958 fue adscrita al Centro de Orientación Didáctica del Servicio Nacional del Magisterio.

Freire escribió artículos, introdujo los postulados de una escuela nueva comprometiendo su vida a favor de la infancia en los momentos más graves que atravesó la España del siglo pasado, difundió la obra de Ángel Llorca y sus enseñanzas se depositaron en centenares de alumnos y docentes, que mantuvieron con ella una relación llena de afecto y reconocimiento. Sus aportaciones a la pedagogía en España han ido reconociéndose en los últimos años y, sin duda, es imprescindible el sincero homenaje a quienes, como ella, fueron despreciados, perseguidos y expulsados de un sistema educativo que retrocedió décadas tras la Guerra Civil.

Volvamos al inicio. ¿Cómo es posible que este Ayuntamiento no reaccione y su inacción permita recuperar placas y calles que recuerdan a quienes sembraron nuestra tierra de balas y cadáveres, de dolor y de ignorancia, de imposiciones y autoritarismo frente a quienes dejaron la semilla de las palabras, de los libros, de la cultura, del pensamiento y la democracia? ¿Cómo es posible que se retire a quien entregó su vida a la infancia el pequeño homenaje de su nombre en una calle? Los poderes que persiguieron a miles de maestros parecen volver a resurgir para castigar nuevamente a Freire. Mantener en la ignorancia a la sociedad mientras se dulcifica un régimen dictatorial surgido de una sublevación y despreciar los valores laicos, el pacifismo y la inteligencia son dos lecturas que podemos extraer de la situación. Esta sentencia —y el acatamiento de la misma sin recurso— constituye un grave desprecio al patrimonio histórico de nuestra pedagogía. Sin embargo, Justa Freire, como los miles de maestros depurados, acostumbrada a las injusticias, demostró su grandeza anteponiendo siempre el perdón, la paz y la convivencia a todo rencor.

► Justa Freire y un grupo de niños en una colonia escolar (1937-1938). Fotógrafo: Vidal Corella. Legado Justa Freire. Fundación Ángel Llorca


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