HABLANDO DE URBANISMO. Aunque sea poniéndonos de vuelta y media

El pasado 14 de abril, algún medio se hacía eco de una queja vecinal en relación a la desaparición del comercio tradicional de las calles Mayor e Iglesia de Alcorcón. Según la denuncia, esta “desolación” tiene un único causante, la peatonalización, y una consecuencia previa, la subida de los alquileres.

El tema de la peatonalización tiene múltiples enfoques, empezando por el éxito reconocido que supone la devolución de las calles a la escala humana. Eliminar los aparcamientos evita la privatización del espacio público con cada hueco ocupado, como ya argumentamos en otra ocasión. Y evitar la circulación en áreas de calles estrechas y escasísima disponibilidad de aparcamiento reduce significativamente el impacto ambiental y mejora la calidad de vida en esas zonas, antes expuestas a una procesión perenne de vehículos al ralentí, a la búsqueda del hueco deseado.

Si visita el centro de Alcorcón, especialmente un día soleado, podrá disfrutar de un lugar recuperado para las personas, donde la arboleda tamiza la luz, evitando el efecto “isla de calor”. Los bancos invitan a sentarse y la ausencia de plazas de carga y descarga no es impedimento para que los vehículos de reparto accedan a la vía y a los locales.

¿Pero qué pasa con el comercio “de toda la vida”? La realidad es que ese tipo de comercio desaparece porque se ha agotado su ciclo como producto deseable o necesario.

Me perdonarán este exabrupto de marketing, pero poner árboles y bancos y quitar vehículos no está haciendo desaparecer el comercio minorista. En Alcorcón, en Madrid o en la Luna, este negocio ha llegado a su etapa de declive. Simplemente. Ha sido sustituido por los nuevos centros comerciales y de ocio, que ofrecen un 24/7 de actividad y comodidad, con el vehículo esperando 4 metros mas abajo. Y está siendo rematado por los nuevos canales virtuales de compra y venta. Solo unos pocos espacios, muy singulares, pueden permitirse sobrevivir, y aun así están en pugna continua por mantenerse.

La peatonalización y la desaparición de este comercio solo tienen en común que están coincidiendo en el tiempo. Las quejas quizás tengan más que ver con nuestro propio egoísmo. Porque se trata de “toda SU vida”. En nuestro miedo progresivo a los cambios a nuestro alrededor, siempre tendemos a desear que lo que hemos vivido y cómo y dónde lo hemos hecho debería perdurar.

En Carabanchel quedan carteles de comercios de generaciones anteriores, como puede ser un centro de reparación de máquinas de escribir o una tienda de legumbres al peso. Son huellas de un pasado que no tenemos derecho a imponer al presente y el futuro de los demás. Pero el deseo de las permanencias, la propia y la de nuestro entorno, se justifican dentro de nuestra humanidad.

Solo en ínfimas ocasiones una persona o grupo se gana el derecho a dejar su huella en el tejido de la ciudad. El resto simplemente desapareceremos, quizás deseando que la tienda de la esquina permanezca para que alguien se acuerde de nosotras, aunque sea poniéndonos de vuelta y media.

Si quieres que comentemos sobre algún hecho urbanístico que te afecta, escribe a pupu2129@yahoo.es, a la atención de nuestra columna.


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