HABLANDO DE URBANISMO. Acabar con las cotorras acabando con los árboles

Permítanme terminar el año escolar con un artículo dedicado a una de las facetas más denostadas del urbanismo en Carabanchel: los espacios y elementos naturales.

Si alguien recorre frecuentemente la calle Dátil, habrá podido seguir la triste evolución de los pinos heredados de la antigua Quinta Delicias Cubanas. Esta hilera de árboles, de 80 a 100 años de vida (hablar de antigüedad es para los objetos), posiblemente empezó a crecer al tiempo que el proyecto de la Colonia de la Prensa, y consiguieron sobrevivir a la urbanización de la ciudad sobre los terrenos de las grandes fincas agrícolas y de recreo. Al final, fueron integrados con éxito dentro de la franja de jardines entre la calle Dátil y la avenida de los Poblados.

Y ahí han permanecido (como si pudieran moverse) los últimos 25 años, compartiendo el lugar con la vecindad y sus mascotas. Hasta la llegada de la cotorra argentina y sus nidificaciones, envidia de los promotores inmobiliarios de Madrid. Así, los pinos empezaron a colmatarse de colonias de estas aves, en nidos que pueden llegar a tener más de un metro de diámetro y 200 kg de peso. Este árbol es perfecto para ellas, pues aporta altura defensiva, ramas para anclaje flexibles pero muy resistentes y, sobre todo, materia prima para la elaboración de los nidos: la pinocha.

Y hasta aquí todo lo que tengo que decir sobre estos animales y su comportamiento. Porque lo destacable no es cómo las cotorras construyen sus nidos, sino cómo los servicios del Ayuntamiento actúan frente a estos “ocupas arbóreos”.

Si observan la foto, no podrán por menos que sentir pena por el estado depauperado del pino de la imagen. Y les garantizo que no estaba así hace pocos años. Filomena y el tiempo han hecho de las suyas, pero en estos últimos años hemos constatado que la culpa directa de su estado actual tiene que ver con el procedimiento de retirada de los nidos.

Lejos de ser un trabajo concienzudo y laborioso con vista a liberar el ramaje del árbol, éste consiste, simplemente, en cortar y retirar las ramas a las que el nido esté sujeto. Sin más. Y no hablamos del corte de ramitas, sino de ramas como troncos.

Esta operación, repetida en varias ocasiones, como es el caso, está llevando a estos árboles a la inexistencia. Y todavía dirán que la culpa la tienen las cotorras, que, por cierto, han vuelto a nidificar en ellos.

Ignoro si el procedimiento de retirada de los nidos sin daño para los árboles resulta muy costoso, pero si seguimos anteponiendo el valor económico al valor intangible pero incalculable que supone cada uno de estos pinos, terminaremos colocando maquetas de tela.

Es otro ejemplo más del atropello y la desconsideración en la gestión del patrimonio natural, contra el que luchan entidades como la Mesa del Árbol de Carabanchel, que afortunadamente cobra más fuerza cada día y que merece todo nuestro apoyo.

En conclusión, si seguimos usando el procedimiento de “matar moscas a cañonazos” es poco probable que acaben con las cotorras, pero seguro que acabarán con los árboles.

Si quieres que comentemos sobre algún hecho urbanístico que te afecta, escribe a pupu2129@yahoo.es, a la atención de nuestra columna.


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