Un paseo por los árboles: la belleza amenazada del Parque de Comillas

El divulgador medioambiental Luciano Labajos, con tres décadas de experiencia como jardinero del Ayuntamiento de Madrid, explica a los vecinos de este barrio de Carabanchel el patrimonio verde en peligro por las obras de la línea 11 de Metro

Darío y Julia juegan con la hojarasca otoñal ajenos al revuelo de inquietudes del grupo adulto a escasos metros de distancia. Un temor inunda el barrio de Comillas, en Carabanchel: que las obras de prolongación de la línea 11 de Metro destruyan el principal pulmón verde, una zona con densa masa arbustiva y árboles de gran porte que tapizan el horizonte con sus frondosas copas.

Para conocer mejor este patrimonio natural, la Asociación Vecinal Parque de Comillas organizó el 22 de noviembre una ruta guiada con el divulgador medioambiental y jardinero Luciano Labajos. “Si talan estos ejemplares y plantan otros, la mayoría de los que estamos aquí no veremos el resultado, pues estos árboles tienen entre 30 y 50 años”, explicó Labajos a pie de parque, en uno de los pocos senderos transitables desde que, el pasado febrero, la Comunidad de Madrid colocara la valla de obra y retirara todos los juegos infantiles.

Desde la fuente próxima a una de las calles que flanquean este bosque urbano, Baleares, se otean unos pinos piñoneros de unos 50 años, la especie más común de la zona. También, cientos de arbustos, como las adelfas, “muy importantes también porque son los que arman el parque”, anota el experto.

Dejando atrás la fuente ornamental, a la derecha, se llega a un cruce de caminos desde el que el grupo observa la hilera de plataneros, especie originaria del Mediterráneo y con un gran valor histórico. “Tendrán alrededor de 40 años y eran muy importantes en la antigua Grecia. Los presocráticos ya paseaban bajo sus ramas y contaban sus historias, como estamos haciendo hoy nosotros”, explica Labajos sobre unos ejemplares de grandes dimensiones que proporcionan amplios espacios de sombra.

Justo detrás de los majestuosos plataneros asoman las melias, de origen asiático, gran belleza y muy resistentes a las sequías, plagas y hongos. Sobre ellas aporta Labajos una curiosidad: sus semillas se han usado durante siglos en la confección de las cuentas de los rosarios.

En este punto de la visita, las miradas se orientan hacia el imponente cedro del Himalaya que preside el centro del parque y emerge fastuoso con sus 50 metros de altura, luciendo en esta época del año hojas en tonos ocres. “Las ramas cuelgan para protegerse así de las nevadas. Es un árbol adaptado al frío”, abunda el jardinero. Se trata del ejemplar más alto de la zona, con permiso del álamo blanco, en el otro extremo del área central.

Desde el corazón del parque, Labajos identifica un ailanto que, según considera, ya debía estar allí antes de la creación de esta zona verde. “Son de crecimiento lento, por lo que ese ejemplar debe tener más de 50 años”.

El grupo camina hacia la otra vía que linda con este vergel, la calle de Antonio Leyva, y hasta ella se puede acceder por un camino salpicado de chopos de una treintena de años. Las cuatro hectáreas de superficie están cubiertas por numerosos ejemplares de gran porte que llegan hasta el otro extremo del parque, que linda con el colegio público de Infantil y Primaria Perú.

Algunos vecinos veteranos explican la historia de este recinto ahora amenazado. Ramón cuenta cómo en esta superficie se instaló, tras la Guerra Civil, el campo de concentración de Casas Bajas. Asimismo, los archivos de la asociación vecinal dan cuenta de un mitin de Manuel Azaña durante la II República. Retazos de un tiempo que queda muy lejos, sobre todo para los miembros más jóvenes de esta visita, de 3 años, que se afanan en recoger las pegajosas semillas de las melias mientras los mayores pasan el testigo de su memoria.

Ahora, la supervivencia de estos árboles sanos depende de un cambio en el proyecto de las obras de la línea 11 de Metro, tal y como explicaron durante la visita integrantes de la asociación vecinal: “Solo pedimos que este parque no sea la zona cero de las obras, que no entre por aquí la tuneladora, sino por el otro extremo, una zona próxima a la A-3 sin impacto en la población”. Una solución, según aclararon, viable, pues así figuraba en el proyecto original de la obra, modificado a posteriori. “Colocar aquí el pozo de ataque supone 5 años de obras con vehículos pesados extrayendo tierra cada 10 minutos, 16 horas al día. Este barrio no podrá soportar semejante impacto”, denunciaron. Comunidad y Ayuntamiento de Madrid prevén la tala de 200 ejemplares para comenzar las obras.

La visita a los árboles del Parque de Comillas ha supuesto una acción vecinal más de las organizadas para continuar en la defensa del patrimonio verde del barrio. La próxima, el sábado 2 de diciembre, a las 12:00, desde el puente de Toledo hasta el parque de Comillas.

 


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