Ceremonia satanica en la inaguraci
Ceremonia satanica en la inaguraci'on del tunel de San Gotardo

¿Ceremonia satánica en San Gotardo?

 

A día de hoy son muchos los sapiens que se preguntan si los dirigentes occidentales están causando toda la miseria y el sufrimiento que están causando por error, por indiferencia o por el puro placer de torturar a sus semejantes. ¿En qué proporción?

Hasta el momento no se ha sabido de nadie que haya resuelto el enigma, pero sí se ha tenido noticia de la  inauguración del túnel más  largo y profundo del planeta, el túnel ferroviario de San Gotardo, el cual atraviesa 57 kilómetros de los Alpes suizos y ya permite a los trenes que circulan por sus entrañas ahorrar una hora y media de viaje entre Zúrich y Milán, con el consiguiente aumento del comercio entre el norte y el sur de Europa.

A la ceremonia de apertura de este portento de la ingeniería humana asistieron el 1 de junio los presidentes de Suiza, Italia, Francia y Alemania, así como altos jerarcas de la Iglesia católica, quienes bendijeron tanto la magna obra como su ceremonia de inauguración. Ésta, dirigida por el coreógrafo alemán Volker Hesse, reunió a más de 600 actores y fue retransmitida en los cuatro países.

Lo curioso es que los protagonistas principales de dicha ceremonia teatral son machos cabríos, es decir, cabrones, animales que en la cultura occidental representan a Satanás. La obra no deja lugar a dudas.

Al ritmo de siniestros tambores, una legión de obreros caminan como sonámbulos alienados; su expresión neutra, sin vida, solo se altera cuando un ulular espectral presagia amenaza. ¡Pánico! Caótica e instintivamente los obreros intentan cobijarse en el grupo, pero todos van a lo suyo y no hacen piña. Entonces la amenaza se materializa: un ángel grotesco y hermafrodita, como caído del cielo, bate sus alas ahuyentando a la masa obrera y, tras dibujar macabras piruetas en el aire, desciende al fin a tierra.

Amanece un nuevo día. Del sueño de su metamorfosis despierta un macho cabrío, lúbrico y activo, que despereza a su rebaño y emite balidos de timbre diabólico. No tarda en aparecer una procesión de cadáveres cornudos en formación ceremoniosa y otro de tenebrosas brujas portando un corderito blanco, vivo y tierno. Es un sacrificio. Los estridentes gemidos del indefenso bebé se funden con las desasosegantes notas que el macho cabrío y su séquito bailan y terminan perdiéndose junto con la satánica comitiva por la boca del infierno.

La tierra ha quedado desolada. Un tirolés perturbado y envejecido vaga por el yermo páramo. Se le ve enloquecido y desorientado. Camina dando tumbos. Y con sus disonantes cantos invoca a otro macho cabrío que se planta en medio de la tierra en penumbra. Fin de la escena.

A continuación hace su entrada una turba de civiles y de autoridades de pacotilla celebrando de modo decimonónico el viaje inaugural de un tren. Al compás de una música ridículamente ingenua, entre la festiva multitud, baila como uno más un nuevo macho cabrío.

El segundo acto comienza con la representación de la muerte los obreros que perecieron durante la construcción del túnel. Se ve cómo la roca se desmorona sobre ellos y caen por un abismo a las profundidades de la tierra, donde despiertan a un ojo inmenso: es el ojo del príncipe de las tinieblas, que danza su danza macabra acompañado de su séquito de almas en pena y copula con una de ellas. Luego se postran ante él y le adoran.

La ceremonia está colgada en internet. No es recomendable para menores de dieciocho años, y es mejor visionarla a la luz del día. Que cada uno saque sus propias conclusiones. Yo ya he sacado la mía.

José Miguel Alvarado Atienza

 

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