Desahucios
Desahucios

Una mujer iba a suicidarse

En la madrugada del 24 de abril de 2015, una mujer perteneciente a la organización okupa Hogar Social Ramiro Ledesma, en Chamberí, amenazaba con tirarse de un quinto piso y suicidarse. Los furgones de la policía habían rodeado el edificio y en cualquier momento podían entrar y echar de allí a los okupas. Los curiosos también rodearon la zona. Estos okupas, de extrema derecha, xenófobos, racistas y escandalosos, haciendo alarde de sus fobias, ya habían sido echados de otros barrios por difundir una ideología bastante parecida al absurdo, y, lo que es peor, habían encontrado apoyo entre la población.
Sus idearios también estaban siendo inducidos en ciertos sectores urbanos menos favorecidos: repartían, y siguen repartiendo, comida y apoyos para los pobres españoles. Nada para extranjeros. Estos extranjeros son los que despojan a los españoles de los bienes de consumo, del trabajo, de la salud, de los cupos en los colegios públicos, según sus teorías, y de una u otra forma habría que actuar para echarlos del país.
Ante la amenaza de suicidio, la fuerza pública se retiró y los xenófobos cantaron victoria y juraron defender “con dientes y uñas” los edificios que ocupen y su ideología, e hicieron un llamado a sus seguidores para que los protejan a donde ellos planten su proyecto. En una peregrinación sin precedentes, estos señores van por todas partes: los echan de aquí y aparecen allá. Al parecer, tienen una lista grande de edificios vacíos a donde trasladarse inmediatamente los “desahucien” del presente. Donde llegan siguen repartiendo comida e ideología de extrema derecha, con el beneplácito de algunos vecinos que están convencidos de que los males que aquejan a España son culpa de los extranjeros. No sin cierta complicidad del partido en el Gobierno que ha visto, sin pronunciar palabra ante el desalojo de más de 300.000 desahucios en los últimos cuatro años, y lo que es peor, ante el “genocidio financiero” con que se ha denominado a la gran cantidad de suicidios de personas desahuciadas que de momento se ven en las calles sin saber a dónde ir, pues su casa ha sido usurpada por el poder bancario.
José Miguel Domingo se suicidó en Granada el 24 de octubre de 2012. Se ahorcó horas antes de ser desahuciado, antes que los cordones de policías rodearan su hogar. Fue uno de los primeros dramas de esta larga noche de terror financiero. Le siguió un joven de 23 años, quien se lanzó del puente Lomo Apolinario, en Las Palmas de Gran Canaria. Amaia Egaña, en Barcelona, se lanzó desde la ventana de su edificio. Miguel G.B. fue uno de los últimos en suicidarse por desahucio.
Pero entre la amenaza de suicidio de la mujer del Hogar Social de los okupas de Chamberí y el suicidio real de los españoles y extranjeros estrangulados de antemano por las hipotecas más extrañas e injustas que haya en país sobre la tierra, hay una diferencia fundamental: mientras que la okupa brama desde una ventana contra los extranjeros, haciendo coro a los grandes conglomerados inmobiliarios del país (cuya amenaza de suicidio viene a convertirse en este caso en un arma de lucha contra los extranjeros), los suicidios recientes en este país son muertes reales que crean conmoción social y rodean de tragedia a sus familiares y a la sociedad más próxima a estas víctimas “del Estado de Bienestar europeo”. Si no, que nos lo cuenten las familias de la pareja de jubilados que se quitó la vida en Calvià, al recibir el aviso del desahucio. O quienes presenciaron la quema a lo bonzo de Inocencia en plena sucursal bancaria en Valencia.
Hoy, ante el anuncio de la llegada de miles de inmigrantes de Medio Oriente que huyen de las guerras intestinas que los europeos, y españoles, claro, ayudaron a encender, estos okupas se han visto opacados, y con ellos el Gobierno de Mariano Rajoy, que pretendía cerrar la puerta a los refugiados alegando que entre ellos venían los yihadistas a convulsionar España y Europa en general. Rugían en todo el continente por más muros y más vallas, más represión y más aviones de guerra y barcos en el Mediterráneo, y se han visto opacados por las iniciativas ciudadanas de bien, que son más que los xenófobos, llegando incluso a un grado máximo de solidaridad al ofrecer una habitación, una casa, un dinero para los refugiados. Ante el auge de la sensibilidad civil, el Gobierno, a rastras, como siempre, ha cedido, y se prevé que unos 15.000 refugiados lleguen a España en los próximos días. Se rumorea, eso sí, que pese a los 140.000 refugiados que Europa ha aceptado, otros 300.000 están siendo repatriados, echados de Europa silenciosamente, con métodos aún no conocidos.
El drama apenas empieza. Son de esperar grandes convulsiones. Ya hay partidos xenófobos colados en los Gobiernos en Francia, Grecia, Austria y otros países. Nos queda levantar las banderas de la solidaridad nacional e internacional para aplacar un poco el drama de los refugiados del mundo.
Arturo Prado Lima

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