Hacia un futuro de cambio

El cambio es posible


Con el título de este editorial nos referimos a que cada persona tiene derecho a una vivienda digna, alimentación, acceso a la salud y a la educación (todo ello de la mejor calidad posible), al pleno desarrollo de sus habilidades y afectos, así como también consideramos que cada ser humano tiene derecho a preguntarse por su existencia y avanzar en la búsqueda de su respuesta.
En esta sociedad todo lo anterior se monta sobre un andamiaje que solo puede sostenerse con dinero. Y el dinero puede obtenerse de diversos modos: con privilegios o trabajando. Por supuesto, los privilegios pueden darse en quienes pertenecen al ínfimo porcentaje que compone a las clases pudientes de nuestro planeta; los demás laboramos. Es por todo lo antes dicho que se ha confundido al trabajo con la dignidad, pasando por alto que aquello que nos provee la posibilidad de ser dignos son las necesidades básicas satisfechas, y que eso es así en este sistema o modo de organización global que nos hemos dado. Porque tal vez en otro sistema organizativo no haría falta trabajar para sobrevivir; cada uno de nosotros tendría garantizado el techo, alimento, desarrollo en todos los aspectos, salud, etc.; el solo hecho de haber nacido implicaría tener acceso a todo a cambio de existir.
En estos tiempos, todos estos derechos solo son realizables plenamente si se cuenta con un salario por encima de la media o se pertenece a ese porcentaje pequeño de la población favorecida. No siempre el ser humano dependió del trabajo remunerado para subsistir y desarrollarse, ¿por qué debería permanecer este estado de cosas a futuro? ¿Qué nos impide pensar en un nuevo modo de organizarnos? ¿Por qué no sería posible pensar una sociedad que beneficie a todos por igual con los mejores recursos posibles?
La respuesta a estos interrogantes es múltiple, y tal vez sea imposible considerar todas las posibles respuestas, pero atenderemos a algunas especialmente. Por un lado, la más obvia: la tendencia a mantener el estado actual de las cosas tal como están. El ser humano, por lo general, tiende a preferir manejarse dentro de una realidad conocida. Por otro lado, la ignorancia, la falta de imaginación, nos educan para conservar, no para evolucionar; para vivir la realidad, no para ser constructor consciente de la misma.
Pero no, afortunadamente nada ha sido siempre de esta forma, ni lo será: la historia del universo, del planeta, de la vida, del ser humano, es la historia del permanente cambio.
A la tendencia y a la negación del cambio debe agregarse la especulación de los pequeños grupos privilegiados de este planeta. Esta repartija de recursos le resulta altamente favorable. Definitivamente, el cambio es posible y depende de nosotros.

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