¿Es saludable la leche de vaca?

CENTRO DE SALUD QUINCE DE MAYO

Hace años, en nuestras consultas del centro de salud, esta pregunta era inusual, pero actualmente muchos pacientes nos preguntáis sobre la leche de vaca.

Un poco de historia


El consumo de leche de vaca se remonta al Neolítico, cuando los hombres comenzaron a domesticar animales. En el año 400 a.C., Hipócrates, el rey de la medicina, recetaba leche fresca como antídoto eficaz en caso de envenenamiento. Durante el Imperio Romano se creía que tenía propiedades rejuvenecedoras y era un cotizado producto de belleza. La extensión del consumo de la leche de vaca como bebida llegó con la Revolución Industrial en el siglo XIX. Era transportada en ferrocarril y consumida en las grandes ciudades, pero con esta distribución de la leche surgió el problema de la descomposición. En 1864, Louis Pasteur mejoro su calidad con la pasteurización. Para ello utilizó altas temperaturas y redujo el número de microorganismos, convirtiendo la leche en un alimento más seguro. Finalmente, en el siglo XX se desarrollaron otras técnicas de conservación como la ultrapasteurización, haciendo que la leche estuviera al alcance del consumidor de una manera segura, cómoda y económica.

Es ya a finales del siglo XX cuando se magnifica su consumo y se convierte en una bebida casi obligada, sobre todo para los niños. Pero actualmente es cada vez menos apetecible por los consumidores. El consumo cayó el 5,53% en el 2016, de acuerdo con los datos de la patronal Fenil, y no es una reducción puntual. El año pasado también hubo un descenso de más del 4%, y cada vez va más en aumento. Tomamos menos leche de vaca, y los productos sustitutivos como las bebidas de almendra, avena, arroz o soja crecen en el mercado y en las estanterías de los supermercados. Estas bebidas no son leches, ya que la leche es exclusivamente un producto no alterado, sin aditivos añadidos y que surge del ordeño de vacas sanas y bien alimentadas.

Composición


Si analizamos la composición de la leche, el 80% de su peso es agua, pero también contiene otros nutrientes esenciales, y es una fuente importante de energía alimentaria, proteínas de alta calidad y grasas. La leche puede contribuir a la ingesta necesaria diaria de nutrientes como el calcio, magnesio, selenio, riboflavina, vitamina B12 y ácido pantoténico. Todos estos nutrientes han hecho que sea un alimento obligado en nuestra dieta. Según la FAO (Organización de las Naciones para la Alimentación y Agricultura), la mayoría de los países recomiendan al menos una porción de leche al día, si bien algunos países aconsejan hasta tres porciones diarias. Un vaso al día de 200 ml de leche entera de vaca aporta a un niño de 5 años un 21% de las necesidades proteicas y un 8% de las calorías y micronutrientes esenciales.

¿Pero qué hay de los adultos? La OMS (Organización Mundial de la Salud) refiere que los consumos de leche a largo plazo reducen el riesgo de osteoporosis, al aumentar la adquisición de masa ósea durante el crecimiento, disminuyendo la pérdida ósea con la edad y reduciendo las fracturas por este motivo.

Entonces, ¿qué ocurre para que su consumo esté decayendo?


El primer problema de la leche actualmente son las intolerancias y las alergias. Se calcula que dos tercios de la población mundial no puede digerir la lactosa (azúcar de la leche) después de los ocho años de edad. Para poder digerir el azúcar de la leche es necesaria una enzima llamada lactasa, y la producción de lactasa por nuestro cuerpo puede cambiar. Eso hace que podamos convertirnos en intolerantes en cualquier momento. Y aquí es donde radica la decadencia del consumo de leche de vaca. Por otro lado, está la alergia a la leche (a su proteína, concretamente). Esto afecta a un mínimo porcentaje de la población, normalmente por debajo del 1%, y suele ser transitoria.

Como efecto negativo se une la corriente de “El ser humano es el único animal que bebe leche tras el amamantamiento”, pero aunque es usado como un argumento en contra, también puede ser usado a favor, como una ventaja evolutiva, al adaptarnos hace más de 8.000 años a la lactasa. Por esta razón no se podría descartar su consumo, ya que también somos el único animal que come paella o juega al fútbol.

Actualmente, el efecto perjudicial con más estudios es la relación entre la leche de vaca y el cáncer. No se encuentra una evidencia clara ni a favor ni en contra. Hay estudios de investigación en ambos sentidos. Una revisión bibliográfica de School of Public Health of Harvard concluye que “mientras que el calcio o los lácteos pueden reducir el riesgo de cáncer de colon, un alto consumo de este grupo de alimentos podría, posiblemente, aumentar al mismo tiempo el riesgo de cáncer de próstata y de ovario”. Pero este estudio hay que tomarlo con precaución, porque son sabidas las múltiples causas que pueden producir la enfermedad, y no se puede atribuir tan solo a la leche de vaca.

¿Qué opinamos desde tu centro de salud?


Si eres alérgico a la proteína de la leche o intolerante a la lactosa, no tomes lácteos. Para el resto, si disfrutas de un buen vaso de leche, sigue tomándolo. Está claro que es un alimento con grandes propiedades nutricionales, pero debes ser consciente de que cada vez hay más estudios científicos de efectos perjudiciales. Por ello, consúmelo de manera moderada y siempre junto con una dieta equilibrada y una buena actividad física.

 

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