El ‘contenerazo’ que llegó a Carabanchel

A.V. CARABANCHEL ALTO

El 24 de septiembre, en las instalaciones del Centro Municipal de Mayores Francisco de Goya, se celebró el primer acto informativo sobre la polémica instalación de los nuevos contenedores de residuos sólidos en el barrio de Carabanchel Alto de este distrito. A ella fueron convocados los vecinos con el fin de exponer sus dudas, opiniones y vivencias directas, ya que parte del casco antiguo ha sido “colonizado” por este nuevo sistema de recogida.

En representación de la Junta de Distrito acudió José Luis Nieto, portavoz y vocal vecino, responsable de Medio Ambiente de Ahora Madrid en Carabanchel. Y en representación de CGT Recogida de Basuras (RBU) Madrid Capital acudieron Ángel Jiménez —secretario general— y Sebastián Bautista —secretario de Acción Sindical—, ambos también trabajadores de este servicio.

En un primer turno de la palabra, el vocal explicó con detalle los motivos por los que se ha optado por este sistema y que, en resumen, buscan la optimización de costes y la mejora de las condiciones ambientales de nuestras calles. También se hizo referencia a la garantía de conservación de los puestos de trabajo actuales. Los representantes de los trabajadores fueron los encargados de dar la réplica inicial, con diversos argumentos en contra de este sistema. Entre ellos, la falta de seguridad para los peatones durante las operaciones de recogida, debido a la reducción efectiva de personal (cada camión pasa de tres a un solo operario), y las implicaciones a futuro que esto puede representar para la plantilla del servicio.

Demandas vecinales

A continuación, tuvieron la palabra los vecinos, que realizaron un turno de consultas, demandas y quejas, que resumimos a continuación.

En las áreas de nueva urbanización, es imposible hablar de mejora ambiental cuando se pasa de ningún contenedor permanente de residuos sólidos en la calle a este nuevo sistema. Por otro lado, la responsabilidad en la limpieza y mantenimiento de los actuales contenedores móviles pasa de las propias comunidades de vecinos al servicio contratado, con lo cual habría un encarecimiento. Asimismo, al considerar la distancia desde los portales a los nuevos puntos de vertido no se tiene en cuenta los recorridos interiores que en estas nuevas urbanizaciones hay que realizar.

En las áreas tradicionales de la urbanización, la rigidez de este nuevo sistema, con la recogida exclusiva por la derecha, obliga a reconfigurar la ordenación del mobiliario urbano de las calles e incluso al rediseño de aceras y calzadas. Sin embargo, de nuevo se empieza la casa por el tejado y ha primado antes la optimización económica que la más que necesitada reforma urbana de los cascos antiguos de nuestro distrito. Gracias a esto y a la decisión unilateral de la nueva colocación (solo entendible desde el punto de vista de la concesionaria), los contenedores fijos empiezan a situarse a unos escasos 150 cm de las fachadas de los edificios y debajo directamente de los balcones de las viviendas, hasta el punto de que, en algunos casos, en el momento que el camión levante el contenedor la vecina casi puede tocarlo. Y la gota que colma el vaso quizás sea la puñalada mortal a la ya de por sí abandonada imagen paisajística de las calles, con la aparición de esos enormes volúmenes, más prácticos que bellos.

Finalmente, en todas las zonas urbanas, la cuestión más significativa es la apertura de las tapas para el depósito de los residuos, descartando la apertura manual por higiene y criticando el uso del pedal, por la fuerza que es necesario aplicar. El importante asunto de los olores no está resuelto, ya que, a pesar de la aparente hermeticidad de las tapas, algunas unidades deben contar con orificios accesibles que funcionan como “chimeneas”. La cuestión de los “rebuscadores” tampoco se ha solucionado, y los asistentes también se quejaron de la falta de civismo de sus propios vecinos. Así, se echó de menos una campaña de concienciación y buenas prácticas hacia los usuarios.

En definitiva, en el acto informativo se evidenció la opinión general de que este nuevo servicio supone un impacto negativo para la vida y las actividades del barrio, que se ha actuado por imposición sin concienciación (y menos participación) y que ahora nos toca el contenerazo.

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